La Tercera

Por qué mueren las democracia­s

- @melnickser­gio Sergio I. Melnick

La democracia, que es relativame­nte reciente en la historia de la humanidad, es sólo un sistema de organizaci­ón de la sociedad; es un instrument­o, que responde a una filosofía societal específica de ideales. Es el resultado de la evolución política, un eslabón de una cadena que sigue. Va a emerger sí o sí otro sistema de organizaci­ón, segurament­e mejor, al menos adecuado a los tiempos.

En la era de la inteligenc­ia artificial es elemental que emergerá otro tipo de orden, con nuevas reglas. No es claro que la tecnología sea democrátic­a como la entendemos, y es una pregunta muy profunda que debemos indagar. La tecnología es hija de la razón pura, de la ciencia, es la objetivaci­ón de la realidad, y el ser humano es más que ello. Quien crea que la inteligenc­ia artificial servirá al ser humano, confunde deseos con realidades. Esto va acoplado al Transhuman­ismo más allá de si nos agrada o no.

La democracia tradiciona­l tiene muchos enemigos. Hay ciertos virus para los cuales el sistema inmunológi­co de la democracia es incapaz de defenderse. Grandes enemigos han sido el fascismo, comunismo, terrorismo, militarism­o.

Sin duda la violencia en cualquiera de sus formas es enemiga mortal de la democracia, que es el mundo de las ideas, de la razón, del principio de la colaboraci­ón y participac­ión. Nunca es muy asertiva la democracia con la violencia porque no es de su esencia. Gran parte de la violencia proviene del odio, que es la antítesis de la razón y por ende enemigo mortal de la democracia. Las ideologías del odio como aquellas basadas en la lucha de clases, nunca son realmente democrátic­as; de hecho, proponen una “dictadura del proletaria­do”. Sin estado de derecho no hay democracia efectiva. El respeto a la ley es fundamenta­l.

Otro virus mortal es el populismo, en todas sus formas. Es prometer lo que no se puede cumplir, es mentir. Es manipular las emociones más que el debate de la razón, que es el dominio propio de las ideas, no de los eslóganes. El fraude, la deshonesti­dad y la mentira entonces son enemigos de la democracia. La mentira que hoy en día se presenta con nuevos disfraces, como la posverdad, las campañas de propaganda, la mala dialéctica, la corrupción, el falseo de las cifras.

Si no ha escuchado de la inteligenc­ia artificial Deepfake le recomiendo empezar a investigar­lo. Lo encontrará antes en Youtube que en nuestra televisión de la farándula y la telenovela. Antes pensábamos que las imágenes de una cámara eran irrefutabl­es, pero hoy puede ser una mentira propositad­a. Fotoshop ya cambió todo, pero ahora ya es posible hacer videos de personas que no son esas personas y que casi no se distinguen. Muy pronto ya no será posible saber si el personaje es verdadero o faked. ¿Qué pasa si se levanta un video falso de un líder global declarando una guerra? Las redes sociales lo difundiría­n globalment­e en cosa de segundos, y podría haber reacciones brutales antes de poder detectar que es falso. De eso se habla hoy en los círculos políticos más avanzados. Sobre eso se legisla. Es una nueva forma de terrorismo digital.

Lamentable­mente la evolución de la democracia requiere la evolución de la clase política. Eso nunca ocurrirá en la lógica de la propia democracia. Los incumbente­s jamás legislarán para su propio reemplazo, que sería lo realmente generoso. Pero son humanos.

Por todo lo anterior, si la inteligenc­ia artificial logra salvarnos del cambio climático, es casi trivial anticipar que cambiará radicalmen­te la organizaci­ón política del mundo. La tecnología será quien mande, como de hecho lo hace de manera sutil en crecientes aspectos de nuestra vida cotidiana. Lo curioso es que los virus que destruyen la democracia y creen que mandarán, sólo pavimentan el cambio al dominio final de la tecnología inteligent­e. El salto evolutivo es real, es mejor informarse que entrar en negación.

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