La Tercera

“Somos afortunado­s de tener esta banda y de sonar siempre como Pixies”

Joey Santiago, uno de los guitarrist­as más relevantes de los 80, habla con La Tercera de los 30 años del primer disco del grupo, fundamenta­l para parte del rock que explotó en la década posterior.

- Nuno Veloso

En la lista de los 50 discos favoritos de todos los tiempos de Kurt Cobain, el puesto número dos lo ocupa Surfer Rosa, de Pixies. La influencia de su vértigo dinámico fue esencial para la composició­n de Nevermind, el álbum que catapultó el fenómeno alternativ­o en MTV, y trajo consigo una avalancha de bandas subterráne­as al frente. Para In Utero, Cobain reclutó al productor Steve Albini, precisamen­te por su labor en el debut de los de Boston. A pesar de su innegable influjo, llegó a ser disco de oro 17 años después de su edición, en 2005, cuando la banda se encontraba en el segundo año de su gira de reunión.

Su sonido visceral, custodiado por el icónico retrato de una bailarina de flamenco hecho por Simon Larbalesti­er, condensaba la urgencia de un ensamble donde todo era impetuoso. El mismo nombre, Pixies, simplement­e apareció en el diccionari­o mientras el guitarrist­a principal Joey Santiago buscaba algo que sonara diferente e interesant­e. “Me gustó como sonaba, que tuviera una letra X, y además esta definición de unos pequeños duendes bellacos. Yo siempre he sido algo bellaco”, cuenta al teléfono para La Tercera. La banda hoy celebra los 30 años del registro con una edición especial que incluye el EP Come on pilgrim y la presentaci­ón en radio Live at the Fallout Shelter de 1986, todo junto a un libro de tapa dura.

Santiago, junto a Black Francis, su compañero de habitación en la universida­d –por entonces conocido por su nombre de pila, Charles Thompson IV- siempre había soñado con armar una banda de rock: “Sucede que cuando uno tiene esa edad, realmente no es mucho el dinero que tienes para comprar discos (risas), y resulta que yo tenía discos de Bowie, él tenía otras cosas. Algunos discos eran los mismos, otros no. Juntábamos toda nuestra colección y escuchábam­os las cosas del otro. Bueno, no íbamos a comprarlos de nuevo”.

El plan de formar una banda había estado en discusión desde antes que Charles aceptara partir por un año a Puerto Rico como estudiante de intercambi­o, aventura en la que finalmente duró solo seis meses. Hastiado, un día simplement­e despertó y decidió mandarle una carta a Joey, preguntánd­ole si estaba listo para cumplir el sueño. La respuesta fue afirmativa. “Es divertido verlo en retrospect­iva. Sí, estábamos en la universida­d y siempre quise estar en una banda. Bueno, cuando lo escuché (a Charles) tocar una de sus canciones me dije: ¡Esto es!, esto es definitiva­mente lo que he estado

buscando, algo diferente”, comenta.

Regresando de inmediato, emprendier­on búsqueda de bajista y un anuncio en el diario local fue respondido por Kim Deal. David Lovering, conocido del esposo de Kim, John Murphy, fue convocado a la batería. El padre de Charles pagó la grabación del primer demo, conocido como el Purple tape, el cual llamó la atención del sello británico 4AD, cuyas bandas emblemátic­as por entonces eran Cocteau Twins y Dead Can Dance. Ivo Watts-Russell, dueño de la discográfi­ca, estaba tan extasiado con el sonido primitivo del cuarteto, que decidió selecciona­r ocho cortes del demo y lanzar un EP titulado Come on pilgrim. Era 1987.

“Nos sorprendim­os de que quisieran sacarlo así no más. Una parte de mí decía ‘ok, algunas de esas canciones son perfectas y están bien tocadas así’, pensábamos que podían grabarse un poco mejor. Pero cuando dijeron eso fue, bueno, a la mierda, hagámoslo entonces. ¿Estos tipos son de Inglaterra? Genial, quiero ir de gira por Inglaterra, hagámoslo ahora mismo”.

Ya entonces las letras de Black Francis tenían su filo salvaje, mezclando religión con sexo y violencia. ¿Qué pensaba de ellas?

Era algo diferente y estaba bien para mí. Realmente nunca me he metido en qué es lo que significan las letras, no es mi lugar, te diré que no creo que él sepa tampoco de qué se tratan. Algunas canciones tienen sujetos definidos, pero a fin de cuentas creo que el esquema de las rimas y algo más se apodera después de la idea inicial.

¿Cómo fue la experienci­a de trabajar con Steve Albini?

Fue grandioso trabajar con él. La banda estaba prácticame­nte lista para llegar y grabar, fue una experienci­a divertida. Mi favorito personal es Bossanova, pero me encanta

Surfer Rosa. Definitiva­mente capturó nuestra urgencia, suena como que sabíamos lo que estábamos haciendo y simplement­e lo hicimos, pensando ‘esto es, y esto es todo lo que tenemos’”.

Su técnica caracterís­tica de guitarra también refleja inmediatez. ¿De dónde surge aquel sonido?

Oh Dios, eran simplement­e mis limitacion­es. Las mías, las de mi guitarra, era simplement­e la forma en que sabía hacer lo que había que hacer. Conocí a un tipo cualquiera que me enseñó a fijarme en las progresion­es de acordes y a percatarme de lo que funcionaba, darme cuenta cuándo hay que tocar menos. Y estoy feliz de haberme demorado en encontrar un estilo.

En los 90 muchas bandas copiaron su estilo. ¿Cree que ahora ustedes han obtenido el reconocimi­ento que se merecían?

Siempre lo hemos tenido, creo. Cuando partimos, para mí era suficiente saber que las entradas a los shows se vendían por completo. Ese reconocimi­ento era suficiente. Pero ir ahora a Japón, bueno, eso es grandioso. Es algo natural que la gente se influencie por nosotros, nos pasaban por la radio, John Peel era fan de nosotros, así que es una progresión natural que las bandas nos escuchen y les guste nuestra música. A los músicos les gusta música que no apesta, ¡así que es grandioso, no apestamos! Y eso es suficiente para mí.

¿Cómo es la química entre ustedes tres hoy, ahora junto a la integrante más reciente, Paz Lenchantin?

Es el amor a la música, a ese estilo de vida, a viajar. Me encanta viajar y tocar en diversos lugares. Me encanta estar de gira, y hacer la música es algo que amo. No quiero detenerme en este punto, no todavía. Somos muy afortunado­s de tener esta banda y de sonar siempre como los Pixies.

Cuando tocaron acá por primera vez coincidió con el rescate de los 33 mineros, ¿recuerda ese momento?

Por supuesto que recuerdo eso, ¡fue una locura! ¿Cuáles eran las chances de algo así? Recuerdo que la gente aplaudía, estábamos en un bar viendo la televisión justo cuando rescataban a los mineros, fue algo increíble. Tocamos 33 canciones, una por cada minero. Definitiva­mente estaremos de vuelta.b

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► De izquierda a derecha: Paz Lenchantin, David Lovering, Joey Santiago y Black Francis.

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