Aula Segura, segundo round
Mediante un acuerdo en la Comisión de Hacienda, el gobierno logró destrabar uno de los que se han convertido en uno de sus caballos de batalla: la iniciativa Aula Segura, que busca endurecer las sanciones contra los estudiantes que realicen actos violentos.
Este proyecto las tiene todas para el gobierno, pues es popular, muy alineado con el discurso ideológico de mano dura con la violencia, y complica mucho a la oposición, que no tiene una postura firme al respecto.
Prueba de ello fue la dura oposición que se armó en la Comisión de Educación del Senado, hasta tal punto que erróneamente algunos vieron una vendetta personal y otros un intento de posicionamiento dada la orfandad de líderes que tiene la oposición. Pero, más bien, representó las profundas contradicciones de la oposición, que no logra calzar sus ideales con lo que el mundo de personas a pie desea. Prueba de ello fue el senador del Frente Amplio; siendo invitado a un programa de televisión a hablar sobre Aula Segura, centró todo su discurso en Jair Bolsonaro, mencionándolo más de cinco veces.
Para la Cámara, la pelea será dura. El Frente Amplio tiene una nueva oportunidad de volver a marcar puntos en la agenda, después de los patinazos de las acusaciones constitucionales y la presentación contra el fiscal nacional. La senadora Yasna Provoste les dejó bien duro el desafío, pues corrió varios metros la cerca del modo de ser opositor. Pero, por otro lado, oponerse a un acuerdo logrado en el Senado los podría dejar como los enojados de siempre, lo que a larga conspira con los deseos de sus principales líderes de convertirse en una alternativa seria para gobernar.
Los enormes dilemas que tienen con este proyecto no son de fácil solución. Para hacerles más difícil el camino, en una entre- vista a este medio, la ministra Marcela Cubillos se bajó completamente de la idea tremendista en la que estaba el gobierno de plantear este proyecto como un dilema entre quienes estaban con los violentistas y quienes estaban con las comunidades. Los discursos duros les vienen muy bien a los duros.
Las aguas de esta ola se van a mezclar con otra iniciativa estrella del Ejecutivo: la reforma de pensiones. También acá las estridencias serán similares, con la diferencia de que el apoyo de la calle no está garantizado para el gobierno.
El gobierno echó abajo un proyecto muy razonable de la administración anterior, que aumentaba las pensiones, al mismo tiempo que no destruía el sistema actual y fortalecía el pilar solidario. La idea de la campaña de armar un gran acuerdo nacional por las pensiones podría haber sido posible si se hubiese legislado sobre la idea de Bachelet. Pero como La Moneda actual no logra librarse de la obsesión de diferenciarse del gobierno anterior, se optó por la estrategia de la contrarreforma, con lo que habrá un buen rato de contienda en el Congreso, antes de conformar un acuerdo.
En el ámbito de las pensiones, serán más difíciles las acciones comunicacionales como las imágenes de violencia en los colegios. La mayoría de los chilenos sigue culpando a las AFP de las bajas pensiones, pese a las campañas de estas con el objeto de informar. También la propia precarización del trabajo, incluyendo el estatal, donde campean los honorarios, conspira con la disciplina necesaria para obtener mejores pensiones, asunto que no es resuelto en la iniciativa que se ha presentado.
La primera tentación de agudizar las contradicciones, a diferencia de Aula Segura, podría ser fatal para la idea de legislar.