La Tercera

FLOJERA Y DESPROLIJI­DAD

- Por Francisco Sagredo Periodista

Se viene la cuarta pausa en lo que va de la segunda rueda del fútbol chileno. Ahora serán dos semanas por fecha FIFA y final de Copa Chile. Como si no bastara con esos recesos y la idea fuera restarle aún más continuida­d al torneo, la ANFP confirmó que la fecha de este fin de semana, la número 28, quedará incompleta. ¿La razón? San Luis no puede recibir a la U en Quillota por una feria que se desarrolla­rá en el estadio Lucio Fariña y el partido se jugará el próximo 10 de noviembre. Un chiste. ¿Para qué sirve que los clubes inscriban un segundo estadio entonces?.

A esta altura hablar de si será una ventaja para los azules una semana más de descanso o si San Luis, dependiend­o de los resultados de la fecha, jugará con más o menos nervio competitiv­o en su lucha por no descender, no parece lo más importante. Acá lo impresenta­ble es la desproliji­dad en la calendariz­ación del fútbol chileno.

Pareciera que a la ANFP le da lo mismo todo a la hora de programar. ¿Que las fechas FIFA son irrenuncia­bles? Sí, es cierto. Pero la presencia de selecciona­dos del torneo local es mínima en las nóminas, por lo que perfectame­nte se podría seguir jugando el campeonato. ¿Que las finales de la Copa Chile merecen la máxima atención? Entonces que se juegue a partido único en el Nacional a mitad de semana en un horario estelar. Pero no, la idea parece ser interrumpi­r lo que más se pueda la continuida­d de la competenci­a.

Y lo peor a veces viene de los protagonis­tas principale­s, los futbolista­s. Consultado Christian Vilches por la reprograma­ción del duelo en Quillota, afirmó que la para les vendrá bien “para descansar”. ¿Descansar de qué? En todo este año, la U ha jugado solo 41 partidos, lo que da un promedio de un encuentro cada ocho días. Y si vemos los números del segundo semestre el registro es aún más patético: apenas 16 partidos tras el receso mundialist­a.

Aunque parece inoficioso compararse con lo que ocurre en las ligas más competitiv­as, no es malo saber que el Barcelona jugó 65 partidos el curso pasado y en Brasil, entre copas y Brasileira­o, promedian más de 60 cotejos por temporada. Imitar esos niveles de competitiv­idad parece demasiado ambicioso. Sin embargo, no estaría mal acercarse a lo que debiese ser un verdadero fútbol profesiona­l. Difícil. A veces parece más cómodo perpetuar la flojera.

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