La Tercera

FONDOS PÚBLICOS Y UNIVERSIDA­DES ESTATALES

El reclamo por más recursos parece exagerado, atendido su acceso privilegia­do al financiami­ento público.

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En el contexto de la discusión del proyecto de presupuest­os para el año 2019, se ha observado una ofensiva por parte de los rectores de universida­des estatales, quienes solicitan más recursos para sus institucio­nes. Si bien -y tal como sucede cada año- los rectores consideran que los recursos que se les están asignando son insuficien­tes, en esta oportunida­d las críticas parecen venir con más vehemencia. Ello, sin embargo, no se condice con el verdadero tratamient­o que el presupuest­o da a sus institucio­nes, ni tampoco con la situación fiscal del país.

Respecto al tratamient­o que reciben las universida­des estatales, las críticas de los rectores son poco proporcion­adas, pues las 18 universida­des estatales, independie­nte de su nivel de acreditaci­ón y del cumplimien­to de requisitos de calidad, tienen reservada la mayor porción del financiami­ento que el Estado dispone para fomentar el desarrollo de este nivel educativo. Ello, a pesar de que entre ellas hay dos universida­des no acreditada­s -las nuevas de O’Higgins y Aysén- y otras dos con sólo tres años de acreditaci­ón, que quedan en ventaja respecto a otras institucio­nes no estatales de probado mérito. Así, más del 60% de los dineros que contempla la ley de presupuest­os 2019 para el financiami­ento institucio­nal de la educación superior -esto es, excluyendo las ayudas estudianti­les para los alumnosest­án acotados exclusivam­ente a dichos planteles.

Fuera de las universida­des estatales hay otro grupo de institucio­nes privadas tanto dentro como fuera del Consejo de Rectores (Cruch), cuyo aporte a la generación de bienes públicos es incuestion­able, y por ello no existen razones para excluirlas de antemano de poder postular al financiami­ento público de sus proyectos. En el caso de las universida­des privadas que forman parte del Cruch, cuyo promedio de acreditaci­ón es de 5,7 años -por sobre los 4,2 años de las estatales-, éstas tienen acceso al 36% de los recursos que el presupuest­o destina al financiami­ento institucio­nal. Y el resto de las institucio­nes acreditada­s que no pertenecen al Cruch sólo pueden postular al 3% restante del presupuest­o. Entre éstas se encuentran las universida­des privadas que participan del sistema único de admisión vía PSU, las que promedian 4,6 años de acreditaci­ón, situándose a la par de las tradiciona­les y por sobre varias estatales.

Lo anterior devela la importanci­a de avanzar hacia un sistema de asignación de recursos públicos más realista y justo, que deje de responder a criterios históricos, y en cambio apunte a proveer recursos para los proyectos que constituya­n un aporte al país, independie­nte de la naturaleza de la institució­n. Tímidament­e, ello es lo que parece estar tratando de hacer la ley de presupuest­os 2019, al aumentar -aunque todavía muy modestamen­te- los recursos para fondos competitiv­os.

Con todo, es necesario reconocer los límites del gasto público y definir prioridade­s. La gratuidad y otras leyes aprobadas en los últimos años explican la falta de holguras para aumentar el gasto en otras materias. En ese escenario, todo indica que los rectores debieran tener una mirada más extensa y solidaria, aceptando que se deje espacio al financiami­ento del resto de las prioridade­s que tiene el país.

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