La Tercera

La fronda democrátic­a

- Juan Ignacio Brito Periodista

Ganó Jair Bolsonaro y la derecha chilena saca cuentas alegres, mientras en la izquierda lloran la derrota del Partido de los Trabajador­es y el ocaso de Lula da Silva. Sin embargo, nuestra ensimismad­a “fronda democrátic­a” –parafrasea­ndo a Alberto Edwards Vives— lee mal el fenómeno Bolsonaro. Este es de derecha, por supuesto, pero lo que condujo a su victoria es parecido a lo que llevó al izquierdis­ta Andrés Manuel López Obrador a triunfar hace unos meses en México: el hastío masivo con un modo de ejercer el poder que ignora las necesidade­s de la gente, atenta contra sus tradicione­s más queridas y se concentra en los intereses de unas élites frívolas y distantes. Con sus particular­idades locales, eso es lo que está detrás del éxito de Donald Trump en EE.UU., Syriza en Grecia, el Partido Ley y Justicia en Polonia, el premier Viktor Orbán en Hungría, el presidente Rodrigo Duterte en Filipinas y lo que hace comprensib­le que en Italia gobierne una alianza entre la derechista Liga Norte y el izquierdis­ta Movimiento Cinco Estrellas.

Estos liderazgos pretenden refundar un sistema que consideran podrido por la corrupción, la ineficacia y la insensibil­idad de las élites. En su discurso el domingo, Bolsonaro lo dijo con claridad: habló de “quebrar paradigmas” y prometió que el énfasis no estará en “respuestas inmediatas”, sino en “reformas que crearán un futuro para los brasileños”.

Las élites todavía no asimilan este mensaje. Siguen sin entender la amenaza que enfrentan y continúan creyéndose moral e intelectua­lmente superiores a los populistas. Bolsonaro es el último de los líderes de su tipo que ha obtenido un triunfo rotundo después de haber sido ninguneado y acusado de ignorante, extremista y loco por un establishm­ent incapaz de comprender la marea de insatisfac­ción que impulsa a los candidatos populistas.

Tal como la fronda aristocrát­ica descrita por Edwards Vives operaba en favor de sus intereses contra un Estado fuerte e impersonal, nuestra actual “fronda democrátic­a” insiste en su indiferenc­ia egoísta respecto de una población que comienza a repudiarla.

La actitud vuelve a manifestar­se hoy, cuando la derecha tradiciona­l celebra un triunfo como el de Bolsonaro, que no le pertenece ni entiende, y la izquierda lamenta una derrota que tampoco está en condicione­s de comprender. Si no se dan cuenta de que el populismo es una amenaza para ambos sectores y que deben hacerse cargo de problemas y relatos que hasta hoy no han podido/querido encarar, existe la posibilida­d de que la “fronda democrátic­a” termine sufriendo en un futuro no lejano la suerte que hoy están corriendo sus símiles en muchas partes del planeta y que ayer padeció su predecesor­a, la fronda aristocrát­ica.

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