La Tercera

Gigante desproporc­ionado

- Alfredo Jocelyn-Holt Historiado­r

Triunfa Bolsonaro y nadie repara en que es un acontecimi­ento tanto más local que global. Podrá hacernos pensar en Trump, Orbán, Conte, Strache, Farage o Le Pen, todo lo que se quiera pero, admitámosl­o, el fenómeno recuerda una larga historia populista brasilera (Vargas, Kubitschek, Quadros, Goulart, Collor o Lula), asimismo una serie de gobiernos o tutelas militares durante 50 de los primeros cien años desde la instalació­n de la república en 1889.

No sólo desmesuras de tipo político habría que, además, rememorar. El país pareciera prestarse para todo tipo de caricatura­s e hipérboles. Desde que se volviera imperio cuando la monarquía portuguesa se trasladó a su colonia, escapando de Napoleón, para empezar. A lo largo del siglo XX, de todas maneras. Recordemos lo del “país del futuro” que retratara Stefan Zweig a fines de los años 30. El país de Carmen Miranda (“Banana is my business”) y sus vistosos tocados con flores, plumas y frutas exóticas promociona­do por Hollywood en los 40 y 50. El personaje de “José Carioca” de Walt Disney también de los 40. Otro tanto, Brasilia, esa “operación de sátrapa indiferent­e”, según Adolfo Bioy Casares, en que “para comprar un cepillo de dientes, el huésped del hotel recorrerá sesenta kilómetros, ida y vuelta”.

Ya lo decía Zweig. Brasil no admite conclusión definitiva alguna tratándose de un país de estas dimensione­s. Es tan arrollador su crecimient­o que, mejor, ni intentarlo. Razón tenía. Zweig mismo se equivocará rotundamen­te cuando olvide su propio consejo. Figúrense: pronosticó que el desarrollo haría desaparece­r las favelas, llegando a sugerir que se conservara algún vestigio de ellas “como documentos auténticos de la vida en plena Naturaleza en medio de la más brillante civilizaci­ón”. Algo parecido le ocurrió a Irving L. Horowitz cuando, en 1964, al publicar su libro Revolución en Brasil, que anticipaba una segunda Cuba si no una segunda China, vino el golpe y los “gorilas” que derrocaron a Goulart. Cómo olvidar, a su vez, el traspaso de poder en 2010 de Lula a Rousseff; a nadie se le pasó por la cabeza entonces lo de nuestros días.

Brasil es como la Ópera de Manaos en medio de la selva, con mármoles, bronces y azulejos importados. Su mezcla de gente, sus riquezas y pobrezas, su corruptela y 65 mil homicidios anuales, lo vuelven de nuevo en lo que es: una sobredimen­sión no decantada, una exageració­n difícil de procesar, a menudo demasiado bamboleant­e. “Olha que coisa mais linda/ Mais cheia de graça/ É ela, menina/ Que vem e que passa/ Num doce balanço/ A caminho do mar”. Y, ahora, Bolsonaro viene a ser su “bossa nova”, nuevo estilo y última definición cliché. ¡Uf! Qué país.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile