¿Un shock neoliberal para Brasil?
La victoria electoral de Jair Bolsonaro en Brasil se ha presentado como una oportunidad, para aplicar en dicho país, en forma radical, el modelo económico neoliberal con la esperanza que éste será la solución a sus complejos problemas económicos y sociales. El referente principal de su equipo económico sería el modelo chileno, implementado bajo el régimen autoritario de Pinochet, sin libertades publicas ni instituciones democráticas (Brasil, no obstante, aún tiene un régimen democrático), que después fue consolidado, con ciertos ajustes, en la postdictadura.
Por lo que se sabe, la receta que se propone incluye la venta masiva, probablemente a bajos precios, de empresas estatales, la desregulación de mercados, el ajuste fiscal, la apertura irrestricta al capital extranjero, el debilitamiento de los sindicatos de trabajadores, la privatización de la seguridad social y una redistribución de ingresos y riquezas hacia el capital. ¿Es esto lo que necesita hoy Brasil para salir de sus dificultades?
Este es un país muy distinto a Chile, con un territorio, población y recursos naturales vastamente superiores a los nuestros; cuenta con un importante mercado interno y un sector industrial que produce desde bienes de capital hasta aviones comerciales y de guerra. Al mismo tiempo, es una nación de grandes desigualdades de ingresos, riquezas y con un desarrollo regional muy desigual. Tiene, ademas, la mayor reserva ecológicas del planeta como es la Amazonia, que Bolsonaro quiere abrir a su explotación comercial.
En años recientes Brasil ha sido afectado por recesiones profundas, presiones inflacionarias y por un endémico déficit fiscal. Un paquete de políticas de austeridad, privatizaciones masivas y la eventual introducción de un sistema tipo AFP en Brasil son una apuesta extremadamente riesgosa.
Lo más probable es que volver a crecer tomará tiempo, la desocupación se incrementará, las privatizaciones concentrarán más la riqueza y encarecerán el costo de los servicios públicos y una reforma de pensiones estilo de lo que son las AFP chilenas solo beneficiaría al sector financiero y no a los pensionados.
El shock privatizador anunciado y la desarticulación del Estado productor es ciertamente visto con gran expectativa por los grandes grupos financieros nacionales e internacionales que buscan apropiarse, a bajo costo, de los activos que construyó el Estado brasileño a través de muchas décadas.
Por otro lado, la experiencia latinoamericana con políticas radicales “de libre mercado” tampoco es muy alentadora. México abrazó desde la década de 1980 lo que se conoció después como el Consenso de Washington con el resultado de un crecimiento económico débil y errático, muy inferior al del periodo 1940-80, experimentó sucesivas crisis cambiarias y financieras y estableció una pseudomodernidad muy desigual. México hoy tiene una tasa de pobreza cercana al 50 por ciento y ha evitado estallidos sociales internos gracias a la válvula de escape de la emigración masiva a los Estados Unidos.
En Argentina el Presidente Macri asumió con un programa de amplias garantías a la inversión extranjera y con una enorme fe en que solo el sector privado llevaría al país por la senda del crecimiento y la estabilidad. La realidad es, sin embargo, muy distinta. Argentina vive hoy una severa crisis económica de la cual intenta salir a través de un generoso plan de rescate (austeridad) negociado con el Fondo Monetario Internacional.
Chile ha crecido pero con alta desigualdad y diferenciación social, comprometiendo además el medio ambiente y la sustentabilidad de sus recursos naturales. En atención a todos estos antecedentes, un shock neoliberal en Brasil difícilmente es la senda adecuada para alcanzar la anhelada estabilidad y el crecimiento económico con justicia social y democracia en ese gran país.
Difícilmemte este programa neoliberal es la senda correcta para un crecimiento con justicia social.