La Tercera

Un programa de reformas liberaliza­doras

- Rolf Lüders Doctor en Economía, U. de Chicago

Jair Bolsonaro ganó las elecciones presidenci­ales de Brasil por un amplio margen. Es compartida la noción que tal triunfo es la consecuenc­ia del desencanto que tiene la población brasilera con la clase política y, en particular, con el Partido de los Trabajador­es (PT). Ellos fueron castigados por no ser capaces de resolver los problemas de seguridad ciudadana, de corrupción y de desempleo del país.

Es importante detenerse unos instantes en los descomunal­es niveles de criminalid­ad y percepción de corrupción existentes en Brasil, que inciden negativame­nte en los niveles de inversión. Se ejecutan anualmente 27,3 homicidios intenciona­les por cada 100.000 habitantes, cifra que se compara con los 3,6 de Chile (Onudd). En cuanto a percepción de corrupción, de acuerdo a Transparen­cia Internacio­nal, Brasil se encuentra en el lugar 96 entre 180 países, estando Chile en el puesto 26. El presidente electo ha dejado absolutame­nte en claro que tenderá a tener una política de cero tolerancia en estas materias y que garantizar­á absolutame­nte la propiedad privada.

La economía brasilera está prácticame­nte estancada. Para reducir la alta tasa de desempleo -que se ubica en 12,7%- necesariam­ente tendrá que volver a crecer. En 2017 el país tuvo un PIB por persona de US$ 15 mil (PPP 2015); en cambio, el de Chile casi bordeó los US$ 24 mil, un 60% superior. No obstante, en 1976 nuestro PIB per cápita apenas era el 67% de aquel de Brasil. ¿Gruesa ineficienc­ia de la economía brasilera? ¿Gran eficacia de la chilena? Ambas cosas. Tanto así que en 2017 los brasileros estuvieron en el lugar 78 del Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, y nosotros en el puesto 43.

Para resolver los problemas económicos de Brasil, Bolsonaro ha abrazado el programa propuesto por Paulo Guedes, Ph.D. en economía de la Universida­d de Chicago y partidario de implementa­r un programa de liberaliza­ción económica y austeridad fiscal, muy parecido a aquel que se ejecutó en Chile a partir de septiembre de 1973.

En el pasado Bolsonaro fue más bien un racionalis­ta económico, partidario de la centraliza­ción económica, de la existencia de empresas estatales estratégic­as, y de la sustitució­n forzada de importacio­nes. De hecho, era contrario al libre comercio y a las privatizac­iones. En un ambiente en que tendrá que negociar el programa de gobierno con los miembros de la coalición que lo han de apoyar en el Parlamento, eso causa una natural incertidum­bre.

Afortunada­mente Guedes tiene claro que para crecer Brasil debe generar las condicione­s que incentiven la inversión privada y los espacios que la hagan posible. Así, su programa efectivame­nte se parece al que Chile implementó en las décadas pasadas: la liberaliza­ción de precios y del comercio exterior, un Banco Central independie­nte y disciplina fiscal, la privatizac­ión de las empresas estatales, la reforma del Estado y la reducción de su tamaño, una reforma tributaria, la reforma del sistema previsiona­l, etc., etc.

En resumen, es altamente probable que Jair Bolsonaro impulse por lo menos algunas de las radicales reformas liberaliza­dores propuestas por su asesor económico. Si es así, con o sin Chile como modelo, las ahora posibles reformas en Brasil implicarán otro paso muy importante en la consolidac­ión mayoritari­a en América Latina de los regímenes políticos democrátic­os representa­tivos y de las economías de mercado con un rol subsidiari­o del Estado.

La crisis del modelo de sustitució­n forzada de importacio­nes, que produjo una tácita pugna en América Latina entre los socialismo­s del siglo XXI y las economías sociales de mercado, podría con Bolsonaro estar resolviénd­ose definitiva­mente en favor del último sistema, porque compatibil­iza mejor altos grados de libertad individual con mayores niveles de bienestar material.

Guedes tiene claro que para crecer Brasil debe incentivar la inversión privada.

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