Destapando el negocio
Tantos directores del Sernac que han pasado por nuestras vidas informándonos, cada marzo, sobre las diferencias de precios entre una camisa escolar comprada en Nueva Costanera y otra de Patronato. Tanto tiempo y recursos malgastados sin centrarnos en el verdadero problema: el negocio de los textos estudiantiles.
Todo apoderado o apoderada sabe que, año tras año, deberá enfrentar esa temida lista del colegio solicitando un texto escolar distinto al anterior, aunque su pupilo apenas lo haya abierto. Qué difícil será, por ejemplo, que el hijo menor herede el texto utilizado por su hermano mayor, aunque ambos tengan apenas un nivel de diferencia. “Es que la nueva edición es mucho mejor”, le explicarán los profesores. Y ahí estará usted, comparando página por página, sólo para encontrar en la fecha de edición quizás el cambio de mayor consideración.
Ahora la Fiscalía Nacional Económica nos deslumbra con un informe que detecta diferencias de hasta 40 veces entre el mismo texto adquirido por el aparato estatal (o sea, por todos los contribuyentes) y el comercializado a particulares (otra vez, nosotros los contribuyentes).
Es un asunto de demanda, dicen las editoriales, por lo que la solución salta a la vista: que los colegios privados efectúen licitaciones en conjunto. ¡Porque estamos hablando de los mismos libros! Y aunque se tratara de un texto demasiado sofisticado, escogido tras arduo análisis por el cuerpo docente de una institución privada de histórico prestigio, nada explicaría que los ciudadanos quisiéramos un Estado comprando libros peores para los alumnos chilenos.
Preocupa, asimismo, a los guardianes del libre mercado la alta concentración (más del 80%) en las licitaciones efectuadas por el Estado. Básicamente, el premio se lo llevan dos editoriales: Santillana y SM, un par de los mayores conglomerados del mundo dedicados a la publicación de textos escolares, ambos originarios de España.
Y ya que estamos enredados en esta polémica, quizás los entendidos en la materia podrían dedicar algunos minutos a evaluar la necesidad de seguir suministrando estos textos a los escolares versus la posibilidad de avanzar en fórmulas más innovadoras e interactivas. La tecnología está de nuestra parte.