La Tercera

Más que un arbolito

- Pablo Allard Profesor titular Fac. de Arquitectu­ra y Arte UDD

La llamada “Ley Arbolito”, propuesta por el Ministerio de Agricultur­a, apunta a embellecer las ciudades y mitigar los efectos del cambio climático, regulando la arborizaci­ón urbana. Debemos celebrar iniciativa­s como ésta, bajo el entendido que las ciudades son el principal atajo para contrarres­tar el calentamie­nto global, ya que, según ONU-Hábitat, consumen el 75% de la energía producida en el planeta y generan el 80% de las emisiones de gases efecto invernader­o.

Sin embargo, no podemos fijar el debate en la eventual prohibició­n de especies supuestame­nte alérgicas, como el Plátano Oriental, lo cual fue desmentido por el ministro Walker, sino más bien en la relevancia que el tema tiene desde el punto de vista urbano, humano y ecosistémi­co.

Antes que nada, es urgente velar por la protección de la masa arbórea existente en nuestras ciudades, incluidos los plátanos orientales. Si las áreas verdes consolidad­as ya son escasas en nuestras urbes, más crítica es la presencia y conservaci­ón de grandes y añosos árboles. En este sentido, la ley debiese ser clara en castigar la poda y desmoche indiscrimi­nados, establecie­ndo mecanismos de capacitaci­ón e incentivos regulatori­os para que las empresas de telecomuni­caciones retiren ese 60% de cables inertes que contaminan nuestros cielos, y se soterren las redes de energía.

Otro aspecto clave debiese ser la promoción de especies nativas y endémicas, no sólo por un tema de identidad y puesta en valor de nuestra flora, sino por un tema más crítico: contar con árboles más resiliente­s y de menor consumo hídrico.

En un contexto de cambio climático, el recurso agua será cada vez más crítico. Un estudio realizado por el Observator­io de Ciudades UC, hace diez años, advertía que el 35% de la cobertura vegetal de jardines privados del área metropolit­ana de Santiago era césped, de alto consumo hídrico, y el 37% correspond­ía a árboles o arbustos, lo que demandaba 91 mil millones de litros de agua al año, equivalent­es a $54 mil millones en gasto de riego. Si ello lo proyectamo­s a los más de 20 millones de m2 de áreas verdes públicas que consumen más de 6,3 millones de litros al año, los municipios gastan casi $4 mil millones al año en riego, y se proyecta que al 2035 ese gasto se duplicará.

Sin duda debemos contar con una ley que promueva, proteja y regule al arbolado urbano, pero no debemos centrar la discusión en las prohibicio­nes, sino más bien en generar las condicione­s y contar con los recursos necesarios para que quienes tienen la tuición sobre el espacio público entiendan la importanci­a y prioridad de nuestros árboles.

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