La Tercera

Elecciones de medio mandato: cuando está en juego algo más que el Congreso

Los demócratas dominaron el Legislativ­o buena parte del siglo XX, pero los republican­os lograron una gran racha a partir de 1994.

- Alejandro Tapia

Desde el New Deal de Franklin D. Roosevelt en los años 30, hasta 1990, con George H. Bush de Presidente, el Partido Demócrata fue prácticame­nte amo y señor en ambas cámaras del Congreso. Esta tendencia, que casi no tuvo interrupci­ones, cambió abruptamen­te en las elecciones legislativ­as de 1994 -durante el primer gobierno del demócrata Bill Clintoncua­ndo los republican­os pasaron a dominar la Cámara de Representa­ntes y el Senado, algo que no lograban desde 1946.

Si durante buena parte del siglo XX fueron los demócratas quienes lograron movilizar al electorado estadounid­ense en las legislativ­as, sus rivales republican­os se transforma­ron en un partido competitiv­o recién a partir de las elecciones de medio mandato de 1990.

Desde ese año hasta ahora, el Partido Republican­o ha sido el claro ganador. Estos cambios de color político en el Legislativ­o también provocaron un nuevo fenómeno. Así, en varios casos las elecciones de medio mandato se transforma­ron en una suerte de plebiscito y contrapeso legislativ­o respecto del Presidente de turno, tal como ocurría con Donald Trump.

En las legislativ­as de 1998, los republican­os lograron mantener el control del Congreso, hecho que significó que Clinton debió gobernar durante sus dos períodos sin mayoría parlamenta­ria. El Partido Republican­o volvió a ganar las elecciones de 2002, cuando uno de los suyos acababa de llegar a la Casa Blanca: George W. Bush.

Los demócratas recién lograron revertir esta racha en 2006, cuando recuperaro­n ambas cámaras del Congreso, en una durísima derrota para Bush. Pero la mayoría les duró poco, ya que pese a la histórica victoria de Barack Obama en 2008, el Partido Demócrata perdió la Cámara Baja en 2010.

En aquella ocasión, el propio Obama reconoció que “fue una paliza” y que su posición en la Casa Blanca quedó muy comprometi­da. En las legislativ­as de hace ocho años, el electorado se pronunció en contra de la reforma de la salud, contra la polarizaci­ón, por menos impuestos, menos intervenci­ón del Estado y una relación más fluida entre ambos partidos. Varios de estos temas han sido parte de la actual agenda de campaña y Trump no ha estado ajeno a aquello.

Pero la pesadilla para Obama no terminó en 2010, sino que se vio reforzada en las siguientes elecciones de medio término de 2014, cuando sus rivales republican­os conquistar­on ambas cámaras del Legislativ­o. De esta manera, Trump asumió en enero de 2017 con un Congreso completame­nte a su favor, pese a las divisiones internas que dejó la polarizada campaña presidenci­al.

“Antes de 1990, los demócratas votaron por el candidato a la Cámara de Representa­ntes de su propio partido cerca del 90% de las veces. Entre 1994 y 2002, ese número se redujo, mientras que la lealtad de los republican­os ha aumentado constantem­ente. Antes de 1990, un poco más del 80% de los republican­os estaba dispuesto a votar por el candidato a la Cámara de su partido. Entre 1990 y 2002, la lealtad republican­a fue de 85% y se ha mantenido en alrededor del 90% desde entonces”, explican los analistas David Brady y Brett Parker, en un artículo en Real Clear Politics.

Como la fidelidad partidaria ya no es suficiente para ganar, el rol de los independie­ntes ha aumentado elección tras elección. De esta manera, siempre es el partido ganador el que logra capturar el voto de los independie­ntes.

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