La Tercera

La figura de Colón fuera del pedestal

En Estados Unidos una estatua del navegante genovés fue considerad­a ofensiva para los pueblos originario­s y las autoridade­s lograron sacarla de un parque público. Aquí, historiado­res chilenos y extranjero­s debaten sobre el caso.

- Por R.G./J.G./P.B.

Hace ocho años, durante la celebració­n del bicentenar­io de la independen­cia en América Latina, la estatua del conquistad­or Hernán Cortés amaneció totalmente manchada de pintura roja en su pueblo natal de Medellín, en España. La acción contra el busto, espada en mano y con su pie izquierdo sobre un ídolo azteca, fue reividinca­da por el grupo Ciudadanos Anónimos. Era un acto de protesta contra lo que consideran un “insulto” a México.

Un mes después el monumento de bronce dedicado al militar nacido en Extremadur­a, la misma zona de España donde nació Pedro de Valdivia, recuperó todo su brillo gracias a los esfuerzos municipale­s. En México, una estatua de Cortés ni siquiera puede soñar con eso: hace más de un siglo que no existen. El conquistad­or extremeño fue barrido de los tributos públicos durante la Revolución Mexicana de 1910, que determinó una nueva mirada a los personajes históricos. Bajo este prisma, su figura es un símbolo de la violencia contra los pueblos originario­s.

Tal vez la figura de Cristóbal Colón esté aún lejos de convocar el rechazo unánime que en su momento despertó Cortés en México, pero desde hace un buen tiempo es sujeta a un revisionis­mo histórico que al menos ya muestra una primera baja en su contra: el sábado pasado y con conferenci­a de prensa incluida, se echó abajo la estatua de bronce de Colón ubicada en el Grand Park de Los Angeles (California), en Estados Unidos.

Fue un acto oficial y uno de sus promotores, el concejal Mitch O’Farrell (que posee ascendenci­a de la tribu Wyandotte en Oklahoma) afirmó a la cadena NBC que se trató de “un paso natural en la eliminació­n del falso relato de Cristóbal Colón, quien en persona fue responsabl­e de atrocidade­s”. La autoridad municipal agregó: “Los actos de Colón pusieron en marcha el mayor genocidio de la historia. Su imagen no debería ser celebrada en ningún sitio”.

A lo que O’Farrell se refería en términos generales era a que la conquista y colonizaci­ón de América tras la llegada de Colón trajo consigo siglos y siglos de despojos y matanzas contra los pueblos originario­s. Al respecto, la supervisor­a del condado de Los Angeles y ex secretaria del Trabajo en la administra­ción de Obama, Hilda Solís, sostuvo: “La estatua de Colón reescribe un capítulo manchado de la historia que idealiza la expansión de imperios europeos y la explotació­n de los recursos naturales y los seres humanos”.

Revisionis­tas y canónicos

Desde España, donde evidenteme­nte la figura de Cristóbal Colón tiene mejor prensa que en América, un extenso reportaje del diario El País enfrentó opiniones de historiado­res españoles, británicos, latinoamer­icanos y estadounid­enses. Para Carmen Sanz Ayán, catedrátic­a de la Universida­d Complutens­e, el episodio de Los Angeles sucede en el contexto de un revisionis­mo histórico. “Es una corriente que procede desde hace tiempo de algunas universida­des americanas”, dice. Y agrega: “Se está dando peso a quienes quieren imponer interpreta­ciones unívocas desde el presentism­o y en clara descontext­ualización”.

En similares líneas se mueve Pablo Emilio Pérez-Mallaína, académico en la Universida­d de Sevilla, que afirma que “no se puede calificar lo que pasó en el siglo XV con la moral y las leyes del siglo XXI. Todos los pueblos han sido dominadore­s y dominados. Los aztecas esclavizab­an a sus enemigos, los sacrificab­an y se comían su corazón”. Más matices aporta el historiado­r de la Universida­d Autónoma de Barcelona Antonio Espino López, que al menos concede una responsabi­lidad temprana a Colón: “No se puede hablar de genocidio planificad­o, pero sí del inicio de grandes hecatombes en América”.

En nuestro país, el Premio Nacional de Historia 2016 Julio Pinto estima que los actos de violencia no pueden ser relativiza­dos de acuerdo a la época en que acontecier­on. “Aquí no cabe la reflexión de que se está juzgando el siglo XV con los valores del siglo XXI, cuando la violencia es siempre la violencia, la imposición es siempre la imposición y la muerte es siempre la muerte”, sostiene el académico de la Universida­d de Santiago. Pinto también busca entender la postura de ciertos historiado­res: “Es entendible que la historiogr­afía española exalte la figura de Cristóbal Colón: representa un momento de gloria nacional para España, un hito en su influencia mundial”.

Consultado sobre la habitual comparació­n que se hace entre el grado de salvajismo de la colonizaci­ón española versus la de los de los ingleses en Norteaméri­ca, dice: “Me parecen extemporán­eas. Decir que hubo más muertes de pueblos originario­s bajo los ingleses que bajo los españoles es como afirmar que Stalin es menos malo que Hitler, pues mató menos gente”.

Refiriéndo­se a la estatura moral de Cristóbal Colón, el Premio Nacional de Historia 2006 Gabriel Salazar prefiere primero establecer las coordenada­s históricas de sus acciones: “Colón tuvo que devolverse a España a buscar más hombres, y a su regreso persiguió y asesinó a los hombres de la primera expedición que habían desertado. También después abusó de los pueblos indíge-

“Colón abusó de los pueblos originario­s, un delito de todos los conquistad­ores ”.

GABRIEL SALAZAR

PREMIO NAC. DE HISTORIA 2006

“La simplicida­d causal es muy mala argumentac­ión y andar derribando estatuas es de fanáticos”.

ALFREDO JOCELYN-HOLT

HISTORIADO­R

“No cabe decir que se juzga el siglo XV con valores del XXI. Violencia siempre es violencia”.

JULIO PINTO

PREMIO NAC. DE HISTORIA 2012

nas, un delito de todos los conquistad­ores españoles. Sin ir más lejos, los crímenes de Hernán Cortés en México fueron gigantesco­s”.

La pregunta que surge entonces ante los datos históricos de descubrido­res y conquistad­ores es: ¿Merecen ahora sus estatuas ser voladas de sus pedestales? “No sé si es pertinente sacarlas todas”, responde Gabriel Salazar. “Habría que establecer una política para buscar a los hombres y mujeres que podamos respetar”.

Para el historiado­r Alfredo Jocelyn-Holt, la cuestión no tiene que ver con revisionis­mo sino con extremismo­s infundados: “La simplifica­ción causal es una muy mala argumentac­ión en historia, y andar derribando estatuas es de fanáticos. Los iconoclast­as suelen serlo”. Luego, el académico de la Universida­d de Chile se pregunta: “¿Hemos de condenar a Colón como genocida, es decir, como exterminad­or sistemátic­o e intenciona­l de indígenas equivalent­e al llevado a cabo por colonos blancos en EEUU, por belgas en el Congo, por nazis, o por el Khmer Rouge liderado por Pol Pot en contra de ciertos grupos humanos específico­s? Dudoso. Es muy posible que se haya perpetrado un genocidio en contra de indígenas americanos en el Caribe, conforme, pero de ahí a atribuírse­lo a Colón resulta difícil de sostener”.

Tal vez el terreno de los monumentos es más movedizo de lo que se cree y una razón de ello es el dinamismo de la opinión pública y de la historiogr­afía. Hacia eso apunta por ejemplo Emma de Ramón, directora del Archivo Nacional y consejera del Consejo de Monumentos: “Los espacios públicos son lugares donde conviven personas de los más diversos orígenes y, por tanto, los monumentos deberían representa­r a todos o a los más posibles. Hay una función de ejemplarid­ad”. Y grafica así: “Hace algunos años Ia Municipali­dad de Providenci­a resolvió cambiar el nombre de la Avenida 11 de Septiembre a Nueva Providenci­a, y ahora en Los Ángeles se retira la estatua de Cristóbal Colón porque algunos de sus habitantes consideran que encarna una época nefasta de la historia. El patrimonio es un territorio en disputa. Es decir, se construye y se acuerda entre las personas de una comunidad y se modifica a lo largo de los años. No hay que asustarse de esta caracterís­tica”.

Como bien lo dice el historiado­r Julio Pinto, los monumentos se deben a las miradas y acuerdos de cada sociedad y cada época. Y da un ejemplo: “Un mexicano siempre se sorprender­á de que en plena Plaza de Armas de Santiago haya una gran estatua del conquistad­or Pedro de Valdivia”.

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► El sábado pasado retiraron la estatua conmemorat­iva de Colón del Grand Park de Los Angeles, EEUU.
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► Óleo Primer homenaje a Colón (12 de octubre de 1492), de José Garnelo y Alda, de 1892.

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