La Tercera

El bolero más triste

El rey del bolero y el nombre más universal de la música local falleció ayer a los 90 años en México, dejando uno de los patrimonio­s artísticos más importante­s del cancionero en español e influencia para artistas de los más diversos rincones del planeta.

- Lucho Gatica (1928-2018)

Leyenda de la música romántica, Rey del bolero, el más universal de los artistas nacionales. Todo adjetivo vale e incluso queda corto para sintetizar la carrera y el legado de Lucho Gatica, la mayor figura que ha tenido la música popular chilena, quien ayer a las 18.00 horas falleció en su casa en Ciudad de México. “Sólo puedo decir por ahora que ya esta descansand­o con Diosito”, dice Juanita Gatica, una de las hijas del artista de 90 años, quien murió acompañado de su familia y a causa de un deterioro generaliza­do producto de su avanzada edad.

Fue la misma Juanita quien hace casi exactos tres meses vino a Chile en representa­ción de su padre, para las celebracio­nes que Rancagua, a la distancia, le dedicó en su cumpleaños 90, incluyendo la presentaci­ón de una estatua de bronce de dos metros de altura. Fue el último homenaje que el cantante recibió en vida, y para las autoridade­s de la ciudad, saldar una deuda con el más ilustre de sus hijos.

El hombre que conquistó al mundo con su caracterís­tica voz, y que expandió el alcance del bolero durante la edad de oro del género, nació el 11 de agosto de 1928 en una familia que incentivó su afición por la música. Si bien su padre murió cuando el futuro intérprete tenía solo cuatro años, tanto su madre como su hermano Arturo acostumbra­ban a cantar y tocar guitarra en la casa de la calle Maruri, en el centro de Rancagua. Fue precisamen­te éste último, diez años mayor, con quien Lucho Gatica dio sus primeros pasos artísticos, cantando a dúo en la radio de su ciudad natal. Allí además grabó su primer disco -con versiones para tres tonadasen 1943.

Dos años después, instalado en Santiago para continuar sus estudios de enseñanza media en el colegio Alonso de Ercilla, registró para el sello Odeon su primer álbum profesiona­l de cuatro canciones, secundado por el Dúo Rey-Silva. Su hermano Arturo, con quien pronto empezaría a ocupar portadas de revistas y listas de popularida­d, nuevamente lo acompañó en las voces, mientras que la gestión de la grabación en el estudio corrió por cuenta del otro personaje clave en los inicios del solista: el locutor Raúl Matas, el mismo que poco después le presentarí­a al trío Los Peregrinos, músicos de la entonces estrella boliviana del bolero, Raúl Shaw Moreno.

Con la orquesta de Don Roy, Gatica grabó en 1951 el que terminaría siendo su primer gran éxito, Me importas tú. Fue además su incursión en el bolero, género que desde una década antes comenzaba a expandirse por algunos países del continente, y que el chileno terminó por consolidar e impulsar en el mundo. Fue, además, su despegue musical en solitario, que continuó luego con otras populares grabacione­s como Amor, qué malo eres (también en 1951) y Contigo en la distancia, de 1952.

Ninguno de estos clásicos instantáne­os, por cierto, eran obra del solista rancagüino, pero su alcance y trascenden­cia dieron cuenta de las otras virtudes de Lucho Gatica. Entre ellas, su buen ojo para elegir el repertorio ajeno que llevaría al estudio -siendo todavía un veinteañer­o con poco tiempo de instalado en la capital-, pero sobre todo su inconfundi­ble estilo vocal, afectado, suave y de frases estiradas por la pasión. Una fórmula conocida técnicamen­te como rubato, en la que se aceleran y desacelera­n ligerament­e los tiempos con fines expresivos, y con la que el chileno generó un vínculo inmediato con el público y un estilo con el que se casó de por vida.

Una vez desatado el fenómeno comercial y radial en Chile, el éxito del cantante comenzó a ser seguido con atención por productore­s de otros países, lo que motivó su primera gira internacio­nal en 1953 con fechas en Colombia, Estados Unidos, España e Inglaterra.

La salida al extranjero fue un triunfo para el intérprete, en una

época donde el reconocimi­ento continenta­l no era corriente. Y en la capital inglesa registró nuevas piezas bajo el mando del productor escocés Roberto Inglez, entre ellas

Bésame mucho, original de la mexicana Consuelito Velázquez pero a la que el rancagüino le dio una de sus versiones definitiva­s. La misma que años después grabarían Los Beatles y Luis Miguel, entre otros.

Luego vendría el otro gran hito en la carrera del artista: su llegada a México en 1955, por ese entonces, el epicentro de la industria musical (y el entretenim­iento en general) de Latinoamér­ica. Allí, Gatica hizo quizás la más impensada y legendaria de sus hazañas artísticas: en la tierra que tomó el bolero de Cuba y lo volvió un orgullo patrio y un éxito comercial, el chileno se convirtió en su gran estrella y su máximo exponente. En tierras aztecas, donde se radicó por más de dos décadas, el cantante grabó a fines de los 50 otros himnos emblemátic­os de su repertorio que lo transforma­ron en un suceso inmediato entre el público norteameri­cano, como

No me platiques más -que según reportes de la época superó el millón de copias vendidas-, Tú me

acostumbra­ste y Voy a apagar la luz, entre otras. Además, se insertó rápidament­e en la pantalla, primero con un programa propio en televisión y luego incursiona­ndo en la poderosa industria del cine mexicano -compartien­do escenas con figuras como Agustín Lara, Libertad Lamarque y Pedro Vargas, al tiempo que iniciaba su fructífera alianza con Armando Manzanero.

México fue la plataforma que llevó al solista a la gloria y al reconocimi­ento global de su figura y su catálogo. Si bien se mudó por un tiempo a Estados Unidos, regresó tiempo después al país que convirtió en su hogar definitivo. Una decisión que, a la larga, dio pie a quizás la única deuda que dejó su memorable carrera artística: su alejamient­o de su tierra natal y de la escena musical chilena.

Pese a todo, con los años el cantante recibió parte del reconocimi­ento en su país que no tuvo en su apogeo. En 2002 llegó al Festival de Viña, donde recibió un homenaje junto a su colega Antonio Prieto, la otra gran figura romántica nacida en Chile. También obtuvo la Orden al Mérito Gabriela Mistral y la SCD lo nombró Figura Fundamenta­l de la música en 2007, el mismo año en que recibió el Grammy a la Excelencia Musical, seguido de su propia estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood (el único chileno que la posee junto a Don Francisco) y el reciente homenaje en Rancagua. Reconocimi­entos que, pese a todo, no parecen igualar la huella que dejó su legendaria carrera en la música.b

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► El solista rancagüino posando en el estudio, el lugar donde cimentó su leyenda universal.

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