La Tercera

Más allá de “Aula Segura”

- Guido Crino Presidente nacional de FIDE

El proyecto de ley Aula Segura, recien aprobado en el Congreso, es una oportunida­d para reflexiona­r sobre la situación de violencia que viven las escuelas del país, y no sólo la ejercida por los 20 activistas de los “overoles blancos” de ocho colegios de Santiago. El problema de fondo -que tiene que ver con una sociedad desigual, una educación en crisis y falta de diálogo- no se resuelve con un proyecto de ley. Esta situación tiene un fuerte asidero en la promoción de una legislació­n garantista para alumnos y apoderados, que ha empoderado a jóvenes y sus familias, imponiendo relaciones simétricas de poder entre alumnos y profesores.

Este empoderami­ento ha llevado a que los profesores estén indefensos y temerosos ante menores de edad o sus familias, ya que carecen de protección legal y apoyo de las autoridade­s.

Muchas escuelas viven situacione­s límites. Según la Superinten­dencia, de los 745 estudiante­s expulsados durante este año, el 37% fue por porte de armas y consumo o tráfico de drogas. Se trata de jóvenes y sus familias que son un peligro para la comunidad educativa. Estos son problemas judiciales no disciplina­rios, que pueden inmoviliza­r a una escuela y ser imitados por otros adolescent­es.

A estos casos extremos no llegan las experienci­as educativas, porque están fuera de las condicione­s de escuelas y competenci­as de profesores. Las simples sugerencia­s de modificaci­ón del reglamento interno y manual de convivenci­a, no da resultados en escuelas dominadas por alumnos y apoderados violentos. Resolver estos casos con programas preventivo­s, con medidas formativas y con equipos interdisci­plinarios es muy poco seguro. Ni siquiera países ricos y desarrolla­dos como Estados Unidos y Gran Bretaña han logrado tener éxito en esta tarea. La idea de no legislar sobre estos casos límites, porque son pocos, no es convenient­e. El efecto pares no funciona ante estas situacione­s límites y pueden atentar contra la vida de alumnos o profesores, y no sabemos si en ese caso la escuela -impedida de expulsar alumnos durante el año y sin un largo proceso burocrátic­o- será la responsabl­e por no evitar una desgracia.

Cautelar el derecho a la educación es un deber de la escuela, que tiene la obligación moral de hacer todo lo que esté a su alcance por cumplirlo. Pero la escuela no hace milagros. El Estado tiene el deber de respetar este derecho, no sólo legislando. Debe crear instancias educativas especiales. Éste no es un acto punitivo o de discrimina­ción para crear ghettos. Deben ser oportunida­des privilegia­das para casos extremos.

Aquí no está en cuestionam­iento el derecho a la educación. Al contrario, es para cumplirlo.

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