La Tercera

¿Quién era Camilo Catrillanc­a Marín?

Hoy, a las 16.00 horas, los restos del comunero serán sepultados en el cementerio mapuche de la comunidad Temucuicui.

- Por Leyla Zapata Sánchez y Sebastián Vedoya

En agosto de 2011 un grupo de 30 estudiante­s protagoniz­ó la toma de la Municipali­dad de Ercilla. Su vocero, estudiante del Liceo Técnico Profesiona­l de Pailahuequ­e, era Camilo Catrillanc­a Marín.

La movilizaci­ón se realizó en rechazo a la “cantidad excesiva de Carabinero­s” en las comunidade­s mapuches, relataba entonces Catrillanc­a en un video publicado en YouTube, donde aparecía junto a otros dos jóvenes dirigentes. “No queremos más allanamien­tos en nuestras comunidade­s”, pedía el entonces escolar, asegurando que el actuar del personal policial provocaba “daños sicológico­s a los niños de la comunidad”, exigiendo el pronunciam­iento del entonces ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, “porque él es el encargado de esta militariza­ción”.

Así, a sus cortos 16 años, Camilo Catrillanc­a comenzaba a cimentar su carrera como dirigente estudianti­l mapuche, pues la propuesta de fondo era la creación de un liceo intercultu­ral.

Camilo Marcelo, quien falleció a los 24 años el miércoles, durante un operativo del “Comando Jungla” de Carabinero­s en la comunidad Temucuicui de Ercilla, na- ció el 13 de septiembre de 1994 en Victoria. Hijo de Marcelo Catrillanc­a y Teresa Marín, era nieto del histórico lonko Juan Catrillanc­a.

Su comunidad llora la partida del “lamien” (hermano en mapuche) y preparan su último adiós. “Cayó uno de mis nietos, tal como cayeron los otros weichafe, así ha respondido el Estado”, se lamentó su abuelo tras el deceso.

Muerte en el Cesfam

Tras recibir un tiro en la cabeza, Camilo Catrillanc­a fue trasladado de urgencia al Centro de Salud Familiar (Cesfam) de Ercilla. Allí dejó de respirar en medio de los disturbios protagoniz­ados por sus cercanos, que exigían justicia. No era la primera vez que Camilo era el protagonis­ta en ese centro asistencia­l. Ahora aparece fresca en la memoria aquella mañana del 25 de septiembre de 2012. Fue el día de la inauguraci­ón del anhelado consultori­o, que se vistió de gala para recibir al entonces ministro de Salud, Jaime Mañalich. De pronto un grupo de 10 a 15 individuos, entre ellos Camilo Catrillanc­a, irrumpió en la ceremonia con un gran lienzo que pedía “Libertad a los presos políticos mapuches”, para luego a punta de chuecas y palos “proferir amenazas a la autoridad”, reza el parte policial. Seis años después el policlínic­o fue escenario de su muerte.

Aquella fue la primera que vez que el “weichafe Catrillanc­a” (guerrero en mapudungun) era puesto a disposició­n de la justicia, detenido como autor de desórdenes públicos.

Cinco meses después, en febrero de 2013, otra vez cayó en manos de Carabinero­s, luego de que él, junto a un grupo de comuneros mapuches protestara­n en el tribunal de garantía de Collipulli en medio de la audiencia de formalizac­ión de otro comunero, imputado por el asalto a un parcelero en la zona de Chiguaihue. De nuevo fue detenido, por desórdenes graves contra Gendarmerí­a.

Pero sin duda, el escenario policial más complejo que vivió en sus cortos 24 años fue el ocurrido en octubre pasado. El 23 de ese mes, Camilo Catrillanc­a viajaba en una camioneta junto al menor M.P.C. de 15 años, el mismo que fue formalizad­o por receptació­n de vehículo, tras el presunto asalto a los docentes de Ercilla.

De pronto, Carabinero­s les realiza un control policial rutinario, advirtiend­o que el vehículo no contaba con patente delantera y que la trasera no coincidía con el número de chasis de la camioneta, que la autoridad logró constatar había sido robada a la empresa Coopelan en Los Ángeles, región del Biobío.

Catrillanc­a y el menor, que el miércoles lo acompañaba en el tractor donde recibió la bala, fueron formalizad­os aquella vez por receptació­n de especies robadas, aunque la jueza de Collipulli, María Fernanda Lagos, declaró ilegal la detención, “por realizar diligencia­s investigat­ivas autónomas, para lo cual no está facultada la policía y que no pueden ser el fundamento de la privación de libertad de los imputados”, reza la resolución de la magistrada. La misma jueza, este jueves, volvió a declarar ilegal la detención del menor, ahora tras la balacera en Temucuicui.

Nueva casa

La partida de Camilo Catrillanc­a fue sentida en su comunidad, pues se dedicaba a las labores agrícolas en el predio. Sus cercanos lo califican como “un muchacho tranquilo y trabajador”. “No se metía con nadie”, dicen. Camilo tenía una hija y su señora estaba embarazada, relatan en Ercilla.

Estaba construyen­do una nueva casa en el sector del exfundo La Romana, el que alguna vez perteneció al agricultor René Urban y que Catrillanc­a y su familia recu- peraron para sí. Ahí lo están velando.

Era el tractorist­a de la comunidad Temucuicui, donde vivía él y su familia. Le enseñaron desde niño a operar para asumir esa tarea de grande. El tractor es común de la zona. Cuentan que con él atendía a unas 120 familias. Trabajaba el suelo, hacía leña y labraba los huertos.

Y a pesar de que en su adolescenc­ia se perfiló como dirigente estudianti­l, “dejó los estudios para trabajar la tierra”, indican. Esto, afirma su padre, Marcelo Catrillanc­a, “lo decidió tras participar de la recuperaci­ón de predios”.

Dicen que el camino donde el miércoles por la tarde recibió el impacto de bala es el que siempre hacía desde la casa de sus papás a la suya. El de ese día fue su último viaje, pues de ahí salió en carro policial al Cesfam de Ercilla, luego al Servicio Médico Legal, para regresar en una urna a su comunidad.

Hoy a las 16.00 horas su féretro, donde cuelga una foto de él de niño montado a caballo, junto a un colgante del Che Guevara, saldrá de su casa rumbo al cementerio mapuche de Temucuicui. Será tirado por caballos, como ordena la tradición mapuche, donde le darán el último adiós al weichafe Catrillanc­a.

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► Camilo Catrillanc­a falleció el miércoles durante un operativo de Carabinero­s.

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