La Tercera

Fiscales en La Araucanía

- Gonzalo Cordero Abogado

Los hechos: tres profesoras son asaltadas, bajadas de sus vehículos, agredidas junto a dos niños y los delincuent­es huyen con sus tres autos; alertados los carabinero­s reaccionan con la mayor rapidez y desde un helicópter­o institucio­nal se avista a los delincuent­es escondiend­o el producto del delito; un grupo de policías se dirige al lugar, ubicado en la comunidad Temucuicui, donde son recibidos con disparos. Los carabinero­s repelen el ataque y en la refriega un comunero recibe un disparo que le causa la muerte.

¿Esto está acreditado judicialme­nte? No, pero es la versión oficial y formal de los funcionari­os públicos que, actuando dentro de su competenci­a y por mandato legal, acudieron a la denuncia de un delito flagrante. Desde el punto de vista judicial, político y ciudadano, existe o debiera existir una presunción a favor de este relato, en virtud de la cual debieran tomarse las primeras medidas, especialme­nte en el ámbito de los órganos del Estado.

¿Puede ser falso este relato? Por supuesto, es posible que todo haya ocurrido de una manera completame­nte diferente; puede ser que los carabinero­s hayan usado la fuerza de manera desproporc­ionada, que hayan disparado sin provocació­n alguna, que hayan torturado y ejecutado a una víctima. Puede ser, pero estamos en un estado democrátic­o de derecho y, en este puntilloso sistema de potestades y responsabi­lidades, eso hay que acreditarl­o en el proceso judicial, mediante una investigac­ión realizada por los medios y en la sede que correspond­e. Hasta que eso no ocurra, hay una verdad provisiona­l: la de los funcionari­os públicos competente­s.

Si hay diputados que no creen a los carabinero­s, si la llamada Operación Huracán mermó su confianza en la policía uniformada, eso justificar­ía que demanden una investigac­ión más acuciosa, pero en ningún caso que repartan responsabi­lidades como han hecho. Menos aún, me parece, que el Ministerio Público designe dos fiscales, uno especializ­ado en causas de derechos humanos y otro para investigar el delito “común”.

Santos Discépolo, en Cambalache, dice que en esta sociedad nuestra “todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”. Pero el estado de derecho no funciona así; en él, un documento formal emanado de un funcionari­o competente vale más que las notas y cuñas de prensa. ¿Cuál es el antecedent­e concreto que permite sospechar una violación de los derechos humanos; quién se hace jurídicame­nte responsabl­e de esa imputación? Nadie.

La galería grita fuerte y lo políticame­nte correcto cada vez más somete a las institucio­nes. Pero para que nuestra democracia funcione, no puede ser lo mismo un carabinero que un encapuchad­o; no podemos tener una democracia a lo Cambalache.

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