La Tercera

El liceo y el retén

- Por Daniel Matamala Periodista

En los primeros años de la República, era común en las provincias decir “voy a Chile” cuando se viajaba a Santiago. El Estado chileno tenía una presencia muy débil más allá de Santiago, y era visto como una estructura lejana y ajena a las realidades locales, donde la autoridad en muchas partes seguía siendo el latifundis­ta. Pero poco a poco, el Estado fue extendiend­o sus brazos, con dos institucio­nes que se volvieron fundamenta­les en el siglo XX: el liceo y el retén.

El liceo era la promesa de instrucció­n y progreso. El retén, de seguridad y control. Ambos, junto al servicio militar y la creciente burocracia oficial, fueron cruciales para cimentar la unidad cultural del país y la legitimida­d del Estado como autoridad efectiva.

Este proceso, relativame­nte indoloro en gran parte de Chile, fue, en cambio, traumático en La Araucanía. La invasión de las tierras mapuches durante la “pacificaci­ón” fue de la mano con la necesidad de colonizar culturalme­nte: educación occidental, lengua castellana y, por cierto, represión policial y militar.

Figura clave fue Hernán Trizano, el organizado­r del Cuerpo de Gendarmes de las Colonias, antecedent­e directo de Carabinero­s de Chile. Garante del orden contra el bandidaje según la historia oficial, cruel y despiadado en la memoria mapuche. En 2002, su nombre fue reivindica­do por grupos extremos que amenazaban con crear una fuerza paramilita­r antimapuch­e.

El liceo y el retén son también una manera de contar la vida y muerte de Camilo Catrillanc­a, el joven ultimado de un disparo en la nuca durante un operativo del Comando Jungla de Carabinero­s.

Camilo fue alumno y dirigente estudianti­l en el Liceo Politécnic­o de Pailahuequ­e. Este era un prometedor proyecto educativo, financiado por Luxemburgo, el País Vasco y empresario­s locales, para brindar carreras profesiona­les en un entorno de educación multicultu­ral. El 80% de los estudiante­s era mapuche, provenient­es de las empobrecid­as áreas rurales de Victoria y Ercilla, precisamen­te donde se ubica la comunidad de Temucuicui, en la que vivió y murió Catrillanc­a.

Pero en 2013, el sostenedor anunció el cierre del liceo, en medio de una crisis financiera por malos manejos. Los apoderados se movilizaro­n para pedir que el Ministerio de Educación se hiciera cargo del colegio. No hubo respuesta. Desde Santiago se miraba con suspicacia la supuesta influencia del grupo rebelde Coordinado­ra Arauco Malleco en la comunidad educativa. Ante la completa indiferenc­ia del Estado, el Liceo Politécnic­o de Pailahuequ­e cerró sus puertas.

182 alumnos perdieron su colegio. “Somos una comuna pobre y hubo familias que no pudieron costear el enviar a sus hijos a otros lados. Yo vi muchos compañeros de mi hijo vendiendo verduras con sus padres en la feria, lo único que les quedó como alternativ­a: ponerse a trabajar”, dice en una crónica de Pedro Cayuqueo sobre este tema la exapoderad­a Gloria Quiñelén, última presidenta del Centro de Padres.

El Estado no daría liceo. Pero sí daría retén.

El edificio fue adquirido por el Estado, pintado de verde y blanco y hoy es la Segunda Comisaría de Fuerzas Especiales, centro de operacione­s del Gope y la Sección Aérea de Carabinero­s en la zona. El edificio del antiguo Liceo Politécnic­o y su internado, a un costado de la Ruta 5 Sur, ahora es custodiado por alambradas y guardias fuertement­e armados. Un letrero advierte de la prohibició­n de fotografia­r las instalacio­nes.

Al otro lado de las rejas, el llamado Comando Jungla, las tanquetas y los helicópter­os, ocupan el espacio que antes tuvieron las pizarras, los pupitres y los talleres.

El lugar en que alguna vez estudió Camilo Catrillanc­a terminó convertido en la base desde la cual se lanzó el operativo que terminó con su vida.

Los seres humanos entendemos la realidad a través de relatos.

Y el relato que el Estado de Chile ofrece a los jóvenes de Ercilla en Pailahuequ­e, al trocar el liceo en retén, tiene una moraleja demasiado poderosa.

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