¿Y ahora qué?
Escribo esta columna el viernes por la tarde, cuando persisten las dudas sobre las circunstancias que terminaron con la muerte de Camilo Catrillanca. Sin duda que se trata de una tragedia. Primero, por lo que significa la muerte de un ser humano, el dolor de su familia, amigos y la comunidad de la cual fue parte. Pero lo es también, porque a estas horas muchos tenemos la convicción de que este episodio pudiera derrumbar los importantes esfuerzos por encaminar el diálogo en La Araucanía, cuyos recientes avances –con inéditos gestos de muchas de las partes y víctimas involucradas- nos habían devuelto la esperanza de que la paz era posible.
Pero en un segundo aire, ese que intenta enfriar la cabeza aunque el corazón siga caliente, pienso que una situación como ésta -y tantas otras que podríamos describir- no pudieron haber estado fuera de las posibilidades y probabilidades al momento de que los protagonistas de este largo conflicto decidieron volver a conversar. Entonces, y si así fue, la condición para mantener y profundizar el diálogo no se pudo haber referido a la completa y total erradicación de los actos de violencia; sino, cosa distinta, a un acuerdo transparente y que diera garantía a todas las partes, en la forma de investigarlos, sancionarlos y repudiarlos, cualquiera fuera el responsable.
Es por eso que me sorprende el tan temprano endoso al actuar de Carabineros que dieron las principales autoridades de gobierno, cuando ellos mismos han reconocido que existe una investigación en curso. Se trata no sólo de una imprudencia, sino también de una violación a la fe pública, de la cual ellos son principales custodios. De igual manera, me incomoda también –ya que tampoco cuentan con mayores antecedentes- el festival de afirmaciones e interpelaciones que se hacen desde la oposición, develando en algunos la intención de sacar pequeños dividendos políticos con motivo de un acontecimiento que podría frustrar de manera definitiva un noble propósito que todos decimos compartir.
Con ambas actitudes, aunque no siempre así se desee o comprenda, se le está haciendo el juego y dando la razón a quienes, de uno y otro lado, siempre han renegado o sospechado de las posibilidades del diálogo para lograr la anhelada paz en La Araucanía. Dicho de manera más brutal, la muerte de Camilio Catrillanca es funcional a los propósitos de todos quienes creen que no hay más salida o solución que el uso de la fuerza. Y justamente por eso, es que requerimos con prontitud se esclarezca la verdad, ya que sólo ésta, expresada de manera tan transparente como contundente, nos permitirá actuar en consecuencia y de manera justa, preservando la necesaria confianza para seguir adelante con el diálogo.