Cumbres discográficas de Lucho Gatica
Quizás haya llegado el momento de ordenar la valiosa discografía de Lucho Gatica, tan vasta como impesquisable. Su gran cantidad de grabaciones, ediciones y reediciones han dejado su legado repartido entre formatos, países y antologías de no siempre rigurosa factura que hacen urgente un barrido metódico que facilite el acceso, muy limitado en oferta digital. Una discografía remozada ayudaría a diferenciar su paso por el bolero pero también por otros géneros, y constatar la altura de sus colaboradores.
1 Con Roberto Inglez y su orquesta (1953)
Aunque sólo sea para destacar sus años de sociedad con Inglez, este EP contiene la cumbre de la colaboración en estudio del cantante chileno y el pianista escocés, en las versiones trabajadas por ambos en Londres para Las muchachas de la Plaza España y Bésame mucho (además de dos sambas, cantadas en portugués), en los estudios entonces llamados EMI (más tarde, Abbey Road). Es un vuelo sugerente y de carácter el de estas canciones en las que la voz de Gatica se adelanta diáfana sobre una base instrumental profunda y sobria, aunque llena de detalles en cuerdas y vientos. Fue tal la conexión musical entre ambos, que Inglez decidió por Gatica su mudanza a Santiago, para acompañarlo en recitales y establecer futuros contactos que lo marcan como un nombre fundamental de la producción discográfica chilena.
2 Inolvidables con Lucho Gatica (1958)
Si es el bolero el recurso más citado en estas horas de homenaje y obituarios, valga considerar que hubo músicos destacados en otros géneros que reconocen en Lucho Gatica a un pivote. El guitarrista carioca Carlos Lyra ha detallado que no sólo el samba y el cool-jazz fueron determinantes para el nacimiento de la bossa nova, sino también el bolero mexicano, y agradece a este disco de banda reducida (dirigida por el guitarrista mexicano Arturo Castro) haber desplegado a los compositores mexicanos definitivos de la primera mitad del siglo: Agustín Lara (Noche de ronda), Gonzalo Curiel (Tú), Consuelo Velásquez (Verdad amarga) y Alberto Domínguez (Frenesí), entre otros. “Inconscientemente todos los compositores de la bossa nova estábamos contaminados de bolero, todos”, recalca Lyra en una entrevista en la que explica que la samba-canción suya, de João Gilberto, Tom Jobim y otros cercanos es el equivalente al bolero brasileño: “Nunca nadie hizo una declaración de esta verdad fundamental, ¡fundamental! ¡La
presencia del bolero es tan obvia!”.
3 Canciones de huasos y gauchos (1959)
El fornido cuarteto de guitarras dirigido por el magnífico Humberto Campos le imprime a este disco de tonadas, cuecas cuyanas y zambas confiable credibilidad como estampa de uno y otro lado de Los Andes. Lucho Gatica integró aquí repertorio tradicional, como Yo vendo unos ojos negros, y de compatriotas que le merecían especial respeto, como Luis Aguirre Pinto (Camino agreste) y Clara Solovera (Chile lindo). Incluso en las canciones típicas, el rancagüino consigue instalar su estilo sentimental de vocales extendidas, pausas de suspenso y apariencia de requiebro nostálgico, porque le sale arrebatado hasta el “¡pucha, que es linda mi tierra!”.
4 Lucho y Lara (1960)
Tuvo una edición estadouniden- se con traducción de título (Lara by Lucho), pero lo notable de este álbum estuvo en la relevancia de su gesto pionero: muchos intérpretes habían grabado ya canciones del enorme Agustín Lara, pero fue a Gatica a quien primero se le ocurrió hacer un disco completo, con la admiración como impulso. “Para mí fue el compositor más completo de México”, dijo una vez sobre una personalidad cultural cuyo repertorio citado en el disco ahorra explicaciones: Farolito, Solamente una vez, Mujer, Noches de Veracruz y por cierto María Bonita son algunos de los doce temas citados en una magnífica producción con orquesta a cargo de José Sabre Marroquín, habitual colaborador en México, y arreglos del chileno Joaquín Prieto, el autor de La novia que su hermano Antonio volvió inmortal.