La Tercera

EL RIVER-BOCA QUE NO FUE

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SEÑOR DIRECTOR

Una oportunida­d inesperada me permitió el día sábado a las 15 horas estar sentado en la platea baja de la tribuna General Belgrano del estadio Monumental de River Plate. Para llegar ahí tuve que sortear varias circunstan­cias; la primera, que un amigo generoso (y previsor también) me regalara una entrada que él no pudo ocupar. Las otras que logré superar fueron más complejas: sortear cuatro vallas policiales, que más que controlar identidad, sólo dificultab­an el paso expedito; un empujón de un delincuent­e que quiso robarme la entrada -para mala suerte, a estas alturas no sé si de él o mía, no consiguió el objetivo-, y el plantón de cuatro horas me lo pegué yo. A veces pienso que el frustrado delincuent­e se merecía el castigo.

Cuando empezamos a abandonar la cancha, presencian­do la destrucció­n que dejaron “los barras brava” frustrados por no tener entradas, entendí que la Argentina de hoy, pobre como nunca en su historia, con una delincuenc­ia desatada, difícilmen­te pueda organizar un espectácul­o como éste.

Qué lástima, una historia culta, de grandes conquistas sociales, merece mucho más. El mal momento se refle- ja en que encontré más porteños que piensan en la vuelta de Cristina que en una nueva oportunida­d a Macri.

Un último detalle de un sábado distinto: cuando abandonaba el perímetro del estadio, un hincha, en evidente estado de ebriedad, se me acerca y me grita: “¡Vos sos el culpable, D’Onofrio!”. Me había confundido con el presidente del club; sólo su estado lo permitía, pues aparte de las canas no hay otro parecido. Jorge Burgos Abogado

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