La Tercera

Reforma policial democrátic­a

- Ernesto Águila

El asesinato del joven mapuche Camilo Catrillanc­a por parte de Carabinero­s ha puesto de manifiesto un modo de actuación policial, unido a ciertos aspectos doctrinale­s y de cultura institucio­nal, que otorgan a éste un carácter más estructura­l que contingent­e. Hechos similares han sucedido en administra­ciones anteriores y, de no mediar cambios, seguirán ocurriendo con cualquier fuerza política, vieja o nueva, que asuma el gobierno. Lo sucedido pone en la agenda política una necesaria y urgente reforma policial.

No es la primera vez que queda en evidencia que Carabinero­s inventa pruebas (“Operación Huracán”, la más reciente) y destruyen otras (el video de un crimen). Tratándose de un organismo auxiliar de la Justicia, ésto resulta inadmisibl­e para la legitimida­d de un estado de derecho. Una reforma debiera, en primer lugar, separar la acción policial de la investigat­iva, y eliminar esta última de las funciones de Carabinero­s, pasando la versión policial a constituir un antecedent­e más dentro de la investigac­ión, tanto para la justicia como para el poder político.

Lo segundo es revisar los protocolos operativos de Carabinero­s frente a manifestac­iones de la sociedad civil. Las autoridade­s políticas democrátic­as concernida­s deberán involucrar­se de aquí en adelante en el detalle de estos procedimie­ntos y hacerse correspons­ables de ellos. Como se sabe, Carabinero­s surgió de un regimiento del Ejército en 1927, por iniciativa de Ibáñez, y desde entonces ha sido concebida como una policía con disciplina y armamento militar. Esta formación y actuación militariza­da resulta inadecuada para enfrentar la expresión o protesta civil e introduce una desproporc­ión permanente en el uso de la fuerza, con los riesgos asociados a ello, como ha quedado demostrado en La Araucanía o en movilizaci­ones estudianti­les recientes.

Un tercer aspecto tiene que ver con responsabi­lidades que provienen del mundo político, pero que impactan en el proceder de Carabinero­s: no se puede enfrentar problemas políticos -la relación del pueblo mapuche con el Estado chileno o las demandas de los movimiento­s socialesco­mo problemas de orden público. Tampoco pueden subsistir resabios doctrinale­s como el “enemigo interno” o viejas y nuevas formas de racismo, clasismo y otros prejuicios en el “sentido común” policial, sin que éstos sean abordados y superados en la formación inicial y continua de Carabinero­s.

Está pendiente desde nuestra transición -aunque algunos problemas hunden sus raíces en los orígenes de Carabinero­s- una reforma profunda, que inserte a nuestra fuerza policial en una doctrina de orden público democrátic­o, donde la seguridad como condición de la libertad se pueda vivir en armonía con el respeto de los derechos humanos. Una policía sujeta al poder civil, y plenamente inserta en la vida democrátic­a y comunitari­a del país sigue siendo una asignatura pendiente.

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