La Tercera

Proteger a las personas, no al empleo

- Ricardo Paredes

El foco debe ser la protección de los trabajador­es, no la del empleo. Es la sintética frase de la nueva economista jefe del Banco Mundial, Penny Goldberg, que dice mucho sobre lo que ya es una realidad. La naturaleza de los empleos está cambiando tan rápidament­e, que requerimos preparar a las personas para reconverti­rse a nuevas demandas, algunas que ni siquiera imaginamos existan de aquí a cinco años.

La educación, en especial la orientada al empleo, tiene que repensarse. El ideal del liceo técnico con talleres permanente vigentes y profesores al día, debe sustituirs­e por uno realista y con mirada a futuro. Un liceo que es de excelencia, porque enseña en forma práctica, capta la atención del alumno, forma en un oficio y les da seguridad que es capaz de aprender, que sirve, que se le valora. Así, aun cuando el oficio o disciplina pudieran quedar desactuali­zados, el alumno obtuvo competenci­as que no caducan, como la autoestima, trabajo en equipo, comunicars­e efectivame­nte, pensar y decidir entre alternativ­as, liderar y cumplir.

Debemos entender que, progresiva­mente, más carreras deberán modificars­e y muchas cerrarse para dar espacio a otras, que en el futuro también deberán modificars­e. Todo ocurrirá en una dinámica en la que el valor del título será menos una garantía de carrera para toda la vida y más una certificac­ión de competenci­as de inicio.

Proteger a las personas requerirá desprotege­r algunas carreras y ello conllevará resistenci­a. Resistenci­a de profesores, que en nuestra vida en la educación superior hemos sido dueños del currículo, guardianes y decisores de lo que el alumno debe saber. Resistenci­a de generacion­es antiguas de titulados que asocian su experienci­a en un mundo estable y predecible al valor del título. Y resistenci­a de grupos de interés, que con cada vez mayor fuerza recurrirán al Estado para que les proteja sus áreas estanco.

Pero proteger a las personas requiere que las institucio­nes flexibilic­en sus requerimie­ntos, amplíen sus ámbitos y faciliten la adaptación. El mundo técnico profesiona­l requiere una concepción curricular con una base amplia de competenci­as generales que no sólo sirven para cualquier empleo, sino que sirven para la vida. Y requiere que sobre esa base se monten módulos formadores de competenci­as disciplina­res específica­s, que respondan a las necesidade­s de cada momento. Esos módulos deben estar particular­mente disponible­s para que los egresados renueven algunos conocimien­tos, aquellos que complement­an los generados por la propia experienci­a laboral.

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