Proteger a las personas, no al empleo
El foco debe ser la protección de los trabajadores, no la del empleo. Es la sintética frase de la nueva economista jefe del Banco Mundial, Penny Goldberg, que dice mucho sobre lo que ya es una realidad. La naturaleza de los empleos está cambiando tan rápidamente, que requerimos preparar a las personas para reconvertirse a nuevas demandas, algunas que ni siquiera imaginamos existan de aquí a cinco años.
La educación, en especial la orientada al empleo, tiene que repensarse. El ideal del liceo técnico con talleres permanente vigentes y profesores al día, debe sustituirse por uno realista y con mirada a futuro. Un liceo que es de excelencia, porque enseña en forma práctica, capta la atención del alumno, forma en un oficio y les da seguridad que es capaz de aprender, que sirve, que se le valora. Así, aun cuando el oficio o disciplina pudieran quedar desactualizados, el alumno obtuvo competencias que no caducan, como la autoestima, trabajo en equipo, comunicarse efectivamente, pensar y decidir entre alternativas, liderar y cumplir.
Debemos entender que, progresivamente, más carreras deberán modificarse y muchas cerrarse para dar espacio a otras, que en el futuro también deberán modificarse. Todo ocurrirá en una dinámica en la que el valor del título será menos una garantía de carrera para toda la vida y más una certificación de competencias de inicio.
Proteger a las personas requerirá desproteger algunas carreras y ello conllevará resistencia. Resistencia de profesores, que en nuestra vida en la educación superior hemos sido dueños del currículo, guardianes y decisores de lo que el alumno debe saber. Resistencia de generaciones antiguas de titulados que asocian su experiencia en un mundo estable y predecible al valor del título. Y resistencia de grupos de interés, que con cada vez mayor fuerza recurrirán al Estado para que les proteja sus áreas estanco.
Pero proteger a las personas requiere que las instituciones flexibilicen sus requerimientos, amplíen sus ámbitos y faciliten la adaptación. El mundo técnico profesional requiere una concepción curricular con una base amplia de competencias generales que no sólo sirven para cualquier empleo, sino que sirven para la vida. Y requiere que sobre esa base se monten módulos formadores de competencias disciplinares específicas, que respondan a las necesidades de cada momento. Esos módulos deben estar particularmente disponibles para que los egresados renueven algunos conocimientos, aquellos que complementan los generados por la propia experiencia laboral.