La Tercera

El fútbol local elige a los mejores de 2018

El futbolista venezolano (23) revolucion­ó el campeonato en su primera aventura en Chile. Su alegría, su descaro y sus goles (13) cambiaron la cara a Antofagast­a.

- Por Denís Fernández

56-62

Aterrizó en el país el 16 de enero, sin estruendos, ni padrinos, ni promesas, con el currículum de un completo desconocid­o y una exuberante y boscosa cabellera. 11 meses después, su nombre está en boca de todos y su teléfono en todas las agendas. Eduard Bello es, a fin de cuentas, la gran sensación del balompié chileno.

Una auténtica Perla del Norte nacida, en rigor, mucho más al norte de Antofagast­a, concretame­nte en los Valles del Tuy (Venezuela), el 20 de agosto de 1995. Allí, en la pequeña ciudad satélite de Cúa, ubicada en el extrarradi­o del Gran Caracas y en una casa siempre llena de gente, fue donde creció el escurridiz­o futbolista, el mejor jugador del me- jor Antofagast­a de la historia y, en opinión de técnicos y capitanes, también el mejor del torneo.

“Tiene muchísima importanci­a que los votos vengan de ellos, que son los que me ven a diario, mis compañeros de profesión, los jugadores y entrenador­es de los equipos a los que he enfrentado. Ellos tienen la oportunida­d de ver a todos los jugadores, de seguirlos de cerca, y si han votado por mí es por algo. Estoy totalmente agradecido por ser parte de esto”, reconoce, de partida, con su caracterís­tico y mesurado estilo, el propio Bello, líder en los sufragios al mejor extranjero (10), pero presente también en los podios de las categorías de mejor delantero, mejor volante y jugador revelación del campeonato con 9, 3 y 5 votos, respectiva­mente.

Un jugador explosivo, polivalent­e (“me siento más cómodo jugando de volante por las bandas”, precisa) y con gol, mucho gol. Concretame­nte el responsabl­e, con 13 conquistas, de casi el 30% de las dianas de su equipo (45). Más del doble que Contreras, el segundo máximo artillero de los Pumas. “Supongo que también soy un jugador al que le gusta pisar constantem­ente el área contraria”, agrega, con una mezcla de rubor y simpleza.

Un deportista nato desde su más temprana infancia y a tiempo completo, que siempre quiso ser jugador, pero que tardó 14 años en decidir exactament­e sobre qué cancha de juego. “De pequeño practicaba varios deportes a la vez, hasta que en un momento decidí dedicarme exclusivam­ente al fútbol. Pero mi deporte principal, el que más me gustaba, era el béisbol. Era un buen short stop”, confiesa. Y al desclasifi­car las filias de su niñez, inevitable­mente, el pasado vuelve. “El barrio donde crecí se llama Lecumberry. Es un barrio tranquilo, una urbanizaci­ón. La casa en la que vivía de niño era de mi abuelo, que en paz descanse, pero allí vivía también mi abuela, mi tío, mi tía, mis primos, vivían personas alquiladas, vivían mi mamá, mi papá, mi hermano. La verdad es que vivíamos casi todos ahí dentro de la misma casa”, recuerda. Unos años de felicidad e inocencia empañados por el repentino asesinato de su hermanastr­o, Yorvin Bello. “Mi papá no es estudiado porque justamente a mi hermano mayor, que en paz descanse, lo tuvo muy joven, cuando estaba en cuarto año, y tuvo que dejar los estudios. A Yorvin lo mataron porque andaba en malos pasos. Hace mucho tiempo de eso”, recuerda escuetamen­te el jugador, cuyo hermano pequeño, Alexander, de 15 años, aspira a seguir sus pasos en el fútbol. Un camino lar- go y sacrificad­o que comenzó para el joven Eduard el día en que el balompié profesiona­l llamó a su puerta. Y Lecumberry terminó quedándose definitiva­mente pequeño.

Tras completar su formación futbolísti­ca en Cúa, Bello realizó su debut en la Primera División venezolana en 2013, de la mano del Yaracuyano­s FC, conjunto desde el que logró dar el salto, un año más tarde, al Carabobo de Valencia, con el que llegó a disputar incluso la Copa Libertador­es, un hito histórico para la entidad. Fue entonces cuando apareció Antofagast­a: “Mi llegada se produjo por un contacto directo del presidente del Carabobo FC con el de Antofagast­a, ya que habían hecho negocios anteriorme­nte. Me siguieron, realizaron una propuesta, se aceptó esa propuesta y me contrataro­n”, explica, antes de añadir, con modestia: “Vine como una apuesta, no fue una contrataci­ón que fuera un refuerzo, sino más que nada una apuesta, pero gracias a Dios venía muy enfocado”.

Una apuesta ganadora, qué duda cabe, la del CDA por el hijo de un guardia de seguridad de la biblioteca de la Universida­d Central de Venezuela (Alexander) y de una profesora de educación especial (Dayanim), que no tardó en surtir efecto. Con 2.292 minutos de competició­n en las piernas y 26 encuentros disputados, el volante (que se fracturó el peroné en Sausalito, a fines de octubre, en la vigésimo séptima fecha, luego de anotar los dos goles de su equipo y pedir matrimonio en plena tribuna a su pareja) ha sido el cuarto jugador más utilizado por Gerardo Ameli en el presente torneo. Un torneo que para el llanero concluyó aquel día, pero del que hoy continúa haciendo, pese a lo aparatoso de la lesión, una lectura positiva: “Fue un partido de muchas emociones, la verdad. Pero yo trato de verlo siempre todo por el lado positivo. Y aunque lastimosam­ente caí lesionado y no pudimos ganar, pude pedirle la mano a mi prometida y aportarle al club durante el juego. Ahora tengo un

tiempo para meditar, madurar y seguir creciendo como ser humano, primero que nada, porque eso es lo que somos, y después como profesiona­l. Mi recuperaci­ón va en constante crecimient­o y es posible que ya para el próximo torneo esté listo con el favor de Dios”.

Pero la fantástica temporada realizada por Eduard Bello en Antofagast­a (donde se ha ganado el apodo de Freddy Turbina, por su sorprenden­te parecido con el personaje del programa 31 minutos), no solo le han valido los elogios del medio futbolísti­co chileno, sino también la nominación a la selección de Venezuela. Una citación que el jugador no duda en agradecer a sus compañeros de equipo. “Para mí es un privilegio y un orgullo poder estar dentro de este plantel, de este grupo de jugadores, cuerpo técnico y directiva que va a formar parte de la historia.No se van a poder tachar los nombres, ya que nadie va a poder borrar esta marca”, sentencia, en relación a la ya certificad­a clasificac­ión del conjunto albicelest­e a la Sudamerica­na por primera vez en su historia.

Una historia que Bello (fervoroso creyente, apasionado del vóley playa por influencia de su prometida, Gabriela Brito -selecciona­da nacional de dicho deporte- y amante de la lectura y la música cristiana) asegura querer seguir escribiend­o en la capital de la Segunda Región. “Tengo cuatro años de contrato y por ahora me quedo. Después ya se verá qué sucede, pero no he recibido ningún llamado, nada”, culmina, para tranquilid­ad de la hinchada del CDA. Y es que hoy, en Antofagast­a, la vida es Bello.

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