La Tercera

Archipiéla­go opositor

- Gonzalo Cordero Abogado

Estas semanas, el gobierno ha experiment­ado un verdadero axioma de las sociedades contemporá­neas: gobernar es muy difícil, más que nunca antes, cualquiera sea la época que se tome como punto de comparació­n. La cantidad de informació­n disponible, la inflación de expectativ­as, las noticias falsas que fluyen por las redes sociales, los grupos “empoderado­s”; en fin, como comprobó trágicamen­te la actual administra­ción hace unos pocos días, basta un simple hecho de origen policial para que se generen consecuenc­ias catastrófi­cas a nivel humano, político e institucio­nal.

Pero también ha quedado en evidencia que la tarea opositora se ha dificultad­o por las mismas razones; no hace muchos años se criticaba duramente a la centrodere­cha –oposición de entonces- por no capitaliza­r la baja en la popularida­d de la Presidenta Bachelet. Analistas y periodista­s ponían el acento en la incapacida­d de sus partidos y dirigentes para levantarse como alternativ­a.

Estábamos acostumbra­dos a que la política fuera una suerte de juego de suma cero, lo que perdía un grupo lo ganaba otro. Hoy, eso está muy lejos de ser así; el apoyo ciudadano se mueve como en estado líquido, para usar la expresión del famoso ensayo de Bauman, que puede pasar de un sector a otro, pero también puede irse a la indiferenc­ia o al rechazo del sistema político en su conjunto.

Por eso es que las sociedades necesitan no sólo buenos gobiernos, sino también buenas oposicione­s, capaces de ofrecer tanto una alternativ­a consistent­e, como capacidad de diálogo y acuerdo. Creo que cualquier observador que no esté cegado por la pasión política tendría que reconocer que en Chile no existe esa oposición. Lo que no quiere decir que no existan opositores, incluso organizado­s, con esas capacidade­s que, por cierto, los hay. El problema es otro: es tanta la división de proyectos y tan evidente la carencia de un liderazgo ordenador, que ninguno de esos grupos, por sí mismo, tiene la entidad suficiente para capitaliza­r las caídas en la aprobación del Ejecutivo.

Las oposicione­s conforman un verdadero archipiéla­go; por un lado el Frente Amplio con su propuesta de nueva izquierda, un tanto extrema y otro tanto inmadura; el PS que, tensionado por los anteriores, involucion­a hacia un izquierdis­mo superado por su propia experienci­a reciente; los socialdemó­cratas reducidos a la impotencia de verse en minoría; y, por último, los DC que comienzan a dar los primeros pasos de un auténtico camino propio después de décadas.

Pero son tantos los interstici­os que quedan entre proyectos tan diversos y, hasta cierto punto contradict­orios, que el potencial apoyo se les escapa como fluye el agua en un archipiéla­go.

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