Crisis entre Ucrania y Rusia
La detención por parte de Rusia de tres naves de la armada ucraniana que se dirigían al estrecho de Kerch, único ingreso al Mar de Azov, donde Kiev tiene dos puertos Mariúpol y Berdiansk-, no es sólo una abierta violación a la ley internacional, sino vuelve a dejar en evidencia la crítica situación que se vive en esa región de Europa. Desde que en 2014 Moscú anexara Crimea, en otra abierta violación del ordenamiento jurídico internacional, y que estallara un conflicto abierto en la región ucraniana de Donestk entre separatistas apoyados por Rusia y las fuerzas de Ucrania, la situación en esa zona se ha mantenido en un limbo ante los temores a una escalada bélica mayor.
Para Moscú, la anexión de Crimea y el apoyo a los separatistas pro rusos de Donestk es parte de la abierta estrategia de Putin por recuperar espacios de influencia perdidos, tras el derrumbe de la Unión Soviética en 1991. Y en este proceso, tener el control sobre el Mar de Azov es un paso clave. El hecho sigue el mismo libreto que lo sucedido con Abjasia y Osetia del Norte en 2008, donde el mandatario ruso normalizó una situación a partir de hechos consumados. Según Moscú, la detención de los buques ucranianos es legal, porque se encontraban en aguas territoriales rusas, pero ese reclamo lo hace a partir de la proyección de Crimea, territorio ilegalmente anexado.
Las actuaciones de Rusia han demostrado nulo respeto por el ordenamiento internacional. El hecho de que la mayoría de la comunidad mundial no sólo no haya reconocido la anexión de Crimea por parte de Moscú, sino que impusiera sanciones contra Rusia, no ha sido suficiente para disuadir a Putin. Tampoco lo ha sido el hecho de que, según el tratado de 2004 entre Rusia y Ucrania –firmado por el propio Putin-, tanto el estrecho de Krech como el Mar de Azov son aguas compartidas. Los guardacostas rusos vienen inspeccionando las naves que pasan por el estrecho de Kerch desde abril y, en mayo, Rusia inauguró un puente que une ese país con Crimea.
Lo sucedido ha demostrado que el riesgo de una escalada bélica en la región es real. Por ello, los llamados a la contención hechos por los principales gobernantes europeos y por el secretario general de la OTAN son acertados y necesarios. Sin embargo, eso no obsta que los líderes mundiales aprovechen instancias como la cumbre del G 20 en Buenos Aires, para redoblar las advertencias al presidente ruso. El respeto a la legalidad internacional es el único camino para asegurar la convivencia pacífica y evitar una escalada bélica de imprevisibles consecuencias.