COTIZACIONES PREVISIONALES
SEÑOR DIRECTOR
En una columna reciente en este medio, la académica Claudia Sanhueza afirma que no tenemos propiedad sobre nuestras cotizaciones previsionales, sino un derecho al registro de las mismas.
A su juicio, la propiedad vendría a ser sólo una ilusión en este caso, atendidas las limitaciones que establece la legislación en materia previsional.
Aunque resulta muy razonable compartir la preocupación que la columna parece reflejar por la necesidad de que todas las limitaciones a la propiedad se justifiquen estrictamente, ello no parece suficiente como para concluir que la sola existencia de dichas limitaciones suponga la eliminación de la propiedad.
Tal como reconoce la columnista, las cotizaciones previsionales están vinculadas al ámbito de la Seguridad Social, y por ello son obligatorias (lo que representa, por cierto, una limitación a la propiedad). La regulación que se establece a su respecto debe buscar, precisamente, que se pueda alcanzar el fin que justifica su existencia (el financiamiento de pensiones). De otra forma, carecería de fundamento.
En este contexto, una de las ventajas del sistema de capitalización individual es que permite equilibrar adecuadamente los objetivos de Seguridad Social con los derechos de los cotizantes que son quienes aportan los recursos.
La experiencia de numerosos sistemas de reparto que han terminado en graves crisis de financiamiento en comparación con los sistemas de capitalización individual que mantienen la seguridad y rentabilidad de los fondos que administran, es una clara demostración de que no es lo mismo, ni para la sociedad, ni para los cotizantes, tener derecho a un registro que tener propiedad sobre los fondos previsionales.
Lo que faltó decir en la columna es que las cotizaciones previsionales tienen que ser propiedad de alguien. El sistema de capitalización individual reconoce dicha propiedad a los cotizantes. El sistema al que se refiere la columnista se la traspasa al Estado con todos los riesgos a que se ha hecho referencia y una promesa de beneficio futuro.
Esa es la ilusión más peligrosa.
Germán Concha
Abogado
Asesor Asociado de AFP