La Tercera

“El día de la marmota”

- Por Gloria de la Fuente

Como si se tratara de la película “El día de la marmota” la última parte de noviembre nos ha mostrado una escena que ya nos es familiar. El álgido debate respecto al presupuest­o fiscal del año siguiente, viene acompasado de movilizaci­ones, paralizaci­ones y negociacio­nes más o menos acaloradas respecto al reajuste de remuneraci­ones en el sector público, hasta que la tensión llega a un punto donde todos los actores involucrad­os se ven obligados a llegar a un acuerdo. A ello se suma, también en la misma época, pero especialme­nte en el primer año de una nueva administra­ción que alterna en el poder, tal como ocurre con la actual, una inclinació­n a los despidos en cantidades relevantes, por cuanto es en el último día hábil de este mes, donde año a año se renuevan los contratos(en especial las contratas) del sector público y, en consecuenc­ia, es el momento en que las autoridade­s entrantes buscan desvincula­r a los funcionari­os heredados de la pasada administra­ción.

Al momento en que trabajador­es y funcionari­os llegan a acuerdo, las partes en general celebran, aunque los alcances lo conseguido nunca sean todo lo que las partes quieren. La mayoría de las veces estas negociacio­nes significan también bonos por término de conflicto y la promesa de mantener el diálogo para mejorar las condicione­s del empleo público, pero al final, todo sigue más o menos igual y la escena se vuelve a repetir. En paralelo en años en que se produce alternanci­a y la nueva autoridad se instala, es posible observar a muchos funcionari­os movilizado­s por los despidos masivos y pese a que en los últimos años la justicia ha obligado la restitució­n de funcionari­os que han sido arbitraria­mente despedidos, lo cierto es que ello solo muestra la precarieda­d de los instrument­os para enfrentar un problema que debiera estar radicado en la política pública.

La recurrenci­a de estos hechos, la necesidad de abordar de manera íntegra el debate sobre el empleo y la función pública, así como la centralida­d que tiene este tema en la reforma del Estado, debieran llevarnos a relevar como fundamenta­l esta cuestión porque una cosa es clara: la modernizac­ión del Estado es una quimera si no se aborda con seriedad la situación del empleo del Estado en un mundo, además, donde las relaciones laborales se han ido transforma­ndo de la mano del cambio tecnológic­o.

Sin duda abordar este tema tiene una complejida­d no menor. De hecho, tal como señala Rajevic en un trabajo reciente que analiza la realidad del sector público, es posible observar como la carrera funcionari­a se ha ido desvirtuan­do y deformando, generando un evidente problema que se hace patente en las fronteras poco claras que existen entre funcionari­os de Estado y funcionari­os de gobierno o, dicho de otro modo, entre la función pública profesiona­l y política, ambas legítimas, pero orientadas a cuestiones distintas. Por cierto, no es que no exista conciencia respecto a este tema, sino que es evidente que sin un acuerdo transversa­l y sustantivo sobre la materia, es imposible avanzar sin pagar los platos rotos que finalmente nadie quiere asumir. Lo anterior ha significad­o que en el sector público el empleo sea muchas veces precario y carente de derechos sociales que en el mundo privado si están garantizad­os como derecho.

Por cierto, a ello se suma una cuestión que está francament­e en el limbo y que requiere también una decisión política amplia. Mientras que la Constituci­ón política prohíbe expresamen­te que los funcionari­os del Estado y las municipali­dades se declaren en huelga, contravini­endo convenios internacio­nales que nuestro país ha ratificado, la práctica ha hecho que de manera legítima los funcionari­os busquen hacer patentes sus demandas, con los costos que indudablem­ente esto tiene para los ciudadanos.

El gobierno se apronta a generar anuncios importante­s para la modernizac­ión del Estado, así como en el pasado lo han hecho también otras administra­ciones. Es menester, entonces, para evitar otro nuevo “Día de la marmota”, que se produzcan acuerdos transversa­les en materias tan importante­s como esta que son el corazón de las reformas que necesitamo­s.

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