Fuad Chahin
La Democracia Cristiana lleva un largo período de deterioro en que ha perdido votos e influencia en la política chilena. De ser el partido más grande y generar líderes nacionales de la talla de Eduardo Frei Montalva y Patricio Aylwin, pasó a vivir un período en que el espíritu de cuerpo ha escaseado y se percibe una ausencia del sentido de misión y de generación que los caracterizó desde su nacimiento a partir de la Falange Nacional.
La explicación para este fenómeno no es sencilla, pero es evidente que la declinación de la DC ha estado marcada por un abandono de su ideario y principios, para enfatizar la obtención de cargos y posiciones de poder en las sucesivas administraciones de la coalición de gobierno en que han participado.
Hoy día en la oposición, sus dirigentes se ven enfrentados a la disyuntiva de mirar pasar esta tendencia de deterioro del partido o intentar algo para cambiarla. La inacción significa irrelevancia asegurada y declinación continua. La democracia cristiana está casi desaparecida hoy en las universidades, menguada en los sindicatos y ausente de la discusión de los grandes problemas nacionales. ¿Qué le propone hoy la Democracia Cristiana al país? No lo sabemos.
Esta difícil situación ha tenido que ser enfrentada por su actual presidente, Fuad Chahin, un político joven que fue muy activo en la Cámara de Diputados y antes en la región de La Araucanía y en labores de dirigente estudiantil en la FECH. Chahin, sin provenir de las tradicionales oligarquías del partido sino de las bases de provincias, pasó a presidir la DC al ganar con amplio margen las elecciones internas luego de la doble derrota que sufrió el partido en las elecciones presidenciales. Su nombre prevaleció sobre el de figuras con más trayectoria que se insinuaban para presidir la DC, entre otras cosas porque se atrevió a tomar el desafío. Para usar un lenguaje que es más de los negocios que de la política, pero que también se aplica a ella, Fuad Chahin compró barato. Lo interesante es que luego de ello puede terminar haciendo, en términos políticos, un buen negocio.
El presidente de la Democracia Cristiana ha entendido que su partido no va a ninguna parte si continúa siendo una suerte de vagón de cola de la coalición de centroizquierda. La izquierda tradicional compite con el Frente Amplio en quién hace propuestas más radicales para Chile y allí no hay espacio para la DC. La falla geométrica que delata una coalición que cree que al perder contra la derecha la solución está en irse más a la izquierda, es del todo incomprensible y Fuad Chain, con su proverbial sentido común, parece haberse percatado de ello.
Es lo que uno supone cuando se le escucha decir: “entendemos que la DC tiene que jugar un rol en la búsqueda de acuerdos que nos permitan ir solucionando temas largamente pendientes. Nos preocupa que por poner posiciones rígidas, polarizantes, y hacer política de trinchera de uno y otro lado, terminemos con escenarios propicios para populismos de izquierda y derecha”.
Es lo que parece estar detrás de la creación de una Comisión de Fuerzas Armadas y de Orden, con integrantes de primer nivel, para proponer modernización y transparencia en las instituciones
A la Democracia Cristiana le llora identidad. Su vocación siempre ha sido de entendimiento. Hoy día, pese a estar en la oposición, se ha encontrado con un gobierno de Sebastián Piñera que ha estado dispuesto a acordar agendas en temas tan importantes para el país como la infancia, la seguridad ciudadana, la salud, el desarrollo y la paz en La Araucanía. Me atrevo a decir que en este último tema, incluso, Fuad Chahin debiera jugar un rol más importante.
El presidente de la Democracia Cristiana suele matizar su disposición al diálogo con el gobierno y su decisión a darle identidad a su partido con algunas palabras fuertes dirigidas a la centroderecha e incluso al Presidente Piñera. Lo entendemos y creemos que lo hace para equilibrar su evidente nueva mirada del escenario político chileno. El diálogo no puede ser simplemente sumarse a sus proyectos, ha dicho Chahin. Conforme, pero tampoco se puede cambiar la fisonomía de un proyecto tan importante como el de pensiones. Fuad Chahin no querrá ser responsable de impedir que se aumenten las pensiones a dos millones seiscientos mil chilenos.