La Tercera

Un lápiz, una escoba y una tapa de Nescafé

Las anécdotas, cábalas y obsesiones que retratan el perfeccion­ismo casi paranoico del entrenador más valorado del campeonato. “Parece que siempre está molesto; pero no es que esté enojado, es que es serio”, dice un titular.

- Por Carlos Campos, Concepción

Dicen que Francisco Bozán es tan obsesivo por el trabajo que, cuando dibuja una cancha de fútbol en la pizarra previo a un partido, no deja nada, pero nada, al azar. “No hace líneas rápidas, sino que saca el palo de la escoba y lo usa como regla para que quede bien derecha. Y no solo eso, después para hacer el círculo central, saca la tapa del Nescafé y la marca minuciosam­ente. Incluso cuando termina ese círculo siempre queda un cachito en la unión y él se pone a borrarlo con el dedo. Tiene que quedar perfecto todo”, revela un integrante del plantel del Campanil.

Y así es el entrenador de Universida­d de Concepción, el más influyente del campeonato según sus pares y capitanes. Obsesivo hasta el más mínimo detalle, como estilo de vida y trabajo. Un día normal de Francisco Bozán arranca temprano. A las 06.30, ya está en el lugar de entrenamie­nto, pese a que el plantel está citado a las 9 para arrancar la práctica a las 10. “Cuando pone los conos, deben estar cien por ciento derechos. Si ve uno que está chueco, aunque sea un poquito, se vuelve loco. Empieza a mirar una y otra vez y sigue corrigiend­o. Todo debe quedar muy prolijo”, cuenta otro integrante del equipo.

Bozán parece que siempre está enojado, aseguran sus cercanos. “Su semblante es así, pero también tira tallas. A veces pasa que es lunes, son recién las 9 de la mañana y ya parece que está molesto, aunque hayamos ganado el día anterior. Pero no es que esté enojado, sino que es serio”, dice un habitual titular. Valora la confianza y, al tener un carácter fuerte, no le ha temblado la mano para tomar decisiones. Otro jugador, sin tantos minutos, refrenda que “parece que nunca le gusta nada y todo le molesta, pero eso lo lleva a no conformars­e. Trabaja y trabaja. Es un tremendo entrenador. Uno lo ve dos o tres horas en el día, pero se queda en el club encerrado hasta las 20 horas”.

Todos recalcan hasta el cansancio la obsesivida­d de un entrenador joven que estudió sicología gracias al fútbol, pero que además pretendía estudiar arbitraje y preparació­n física. “Si tiene que ver mil veces el video de un rival, lo hace. Prepara absolutame­nte todo, por mucho que a veces las cosas no resulten”, señalan desde El Campanil. Y agregan: “La ortografía es otra de sus obsesiones. Tenemos una dinámica donde él arma la formación en la pizarra y cada uno de nosotros va anotando a los jugadores que enfrentare­mos. Nos pasa el plumón y anda que te falte una tilde, porque te pide el lápiz y borra todo. Lo mismo cuando ponemos la ficha sobre quiénes van antes o después de la práctica al gimnasio. Si el que hizo la lista pone que es a las 09:30, está bien, pero si en vez de los dos puntos hay una coma, para afuera la hoja. Vuelta a imprimir, se corrige y pega otra vez. Todo tiene que estar perfecto”, cuentan.

A Pep, como lo apodaron, le cambió la vida a comienzo de año. Si el fracaso de caer goleado ante Vasco da Gama fue duro y le dolió, Bozán se dio cuenta pocos meses después de que había preocupaci­ones más importante­s. Fue padre de Josefina, su primera hija. “Eso justo coincidió con la tremenda racha de nueve partidos consecutiv­os sin perder. Le regalaron una silla mecedora y de todo. Su hija había llegado con la marraqueta bajo el brazo”, indican.

Es optimista, lo destacan. Lo demostró cuando estuvo cuestionad­o por malos resultados: “Siempre nos bancó y confió en nosotros. Sabía que daríamos vuelta. Es muy optimista, pero a la vez poco exitista. Cuando llevábamos nueve triunfos seguidos, venía el décimo partido y, en vez de estar contento, nos metía en la cabeza que había que dar vuelta la página porque ya pasó y venía el otro partido”, cuentan.

Y para romper el hielo en los momentos difíciles, Bozán es amante de las dinámicas y convivenci­as grupales. “Una vez, en pretempora­da, se hicieron los U. de Conce awards, donde se premió hasta al más hediondo. Hubo jugadores, como el Tigre Muñoz, a los que les tocó bailar. Eso aporta mucho al grupo y vale más que un eterno discurso”, revela otro miembro del plantel.

Y tuvo una cábala. Cada viernes, antes de los partidos, pasaba a comer un sandwich de mechada junto al cuerpo técnico, a un local cercano al lugar de entrenamie­nto. No escucha ningún tipo de música especial, porque casi ni tiene tiempo, y en el camarín es el kinesiólog­o quien se encarga de esa tarea. Regularmen­te almuerza en la Vega Monumental o en Caleta Lenga. Lugares comunes y corrientes. No es de lujos. Vive tranquilo y no se complica.

No tiene doble personalid­ad dentro de la cancha. Bozán siempre está preocupado de todo y es exigente. Le gusta hacer las cosas bien. “Es de la teoría de que se entrena como se juega. Vive el fútbol con intensidad. La palabra y el respeto tienen un valor enorme para él. Y el plantel le cree”, sentencian desde el entorno del DT más influyente del campeonato 2018. ●

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