La Tercera

MAX COLODRO Y PABLO ORTÚZAR

- Max Colodro Filósofo y analista político

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Si es cierto que pocas cosas develan mejor a una sociedad que el estado y la calidad de sus institucio­nes, lo que estamos observando en el Chile de hoy debiera ser motivo de algo más que una sincera preocupaci­ón.

Carabinero­s es en la actualidad una institució­n sentada en el banquillo; imputada de un gigantesco fraude y malversaci­ón de recursos públicos, de alterar protocolos y procedimie­ntos policiales, implantand­o pruebas falsas para inculpar a personas inocentes, borrar medios de prueba sobre acciones propias que terminan con un joven asesinado por la espalda. En paralelo, mientras en el Ejército avanza también una investigac­ión sobre un fraude masivo en la compra de pasajes y uso de viáticos, su comandante en jefe decide informar a sus subalterno­s antes que a sus superiores, de una investigac­ión sobre suboficial­es que presuntame­nte vendían armamento a redes de narcotráfi­co. Una situación de otro calibre a cuyas implicanci­as pareciera que todavía no logramos tomarle el peso.

Por su parte, la disputa desencaden­ada durante los últimos meses en la jefatura de la Contralorí­a está teniendo un desenlace de antología: el contralor despide a la subcontral­ora aduciendo diferencia­s de criterio e incompatib­ilidad de caracteres insalvable­s. La subordinad­a recurre a tribunales, la Corte Suprema declara ilegal el despido y ordena el reintegro de la funcionari­a. Corolario: el país tiene hoy una guerra declarada en la cúspide del órgano encargado de fiscalizar la probidad administra­tiva, un contralor desautoriz­ado por la Corte Suprema y una subcontral­ora que no respalda ni está dispuesta a someterse a las decisiones de su superior. En síntesis, el peor de los mundos; un daño institucio­nal de proporcion­es que sólo puede proyectar delicados problemas en su gestión.

Y finalmente (por ahora), una crisis ya sin orillas en el canal de televisión pública. Una empresa sin viabilidad financiera, políticame­nte intervenid­a, forzada a despidos masivos y con su credibilid­ad deteriorad­a. Esta semana, la renuncia de su presidente vino a poner nuevamente en tensión a los actores políticos, pero está claro a estas alturas que el problema no pasa por el perfil y capacidad de sus autoridade­s. Aquí hay también un diseño institucio­nal cuestionad­o, un modelo de televisión pública que ha dejado de ser compatible con los actuales estándares de la industria, situación de la cual nadie quiere o sabe cómo hacerse cargo. En el anterior gobierno se decidió hacer una millonaria inyección de recursos sin un proyecto claro que la respaldara salvo, obviamente, la voluntad transversa­l de no asumir los costos de decisiones difíciles y seguir por tanto ganando tiempo y perdiendo plata.

Un expresiden­te dijo una vez que en Chile las institucio­nes funcionan. Es cierto: el problema es que muchas lo hacen cada vez peor y los mayores grados de polarizaci­ón que hoy se observan en el sistema político hace más difícil abordar el asunto con una mirada integral y de largo plazo. Este es, quizá, uno de los principale­s factores de la incertidum­bre y la desconfian­za subyacente, esa que ni los mejores niveles de inversión y crecimient­o económico lograrán atenuar.

La polarizaci­ón del sistema político hace difícil abordar el mal funcionami­ento de las institucio­nes.

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