La Tercera

El azar de la cuna

- Por Sylvia Eyzaguirre*

Algunos diputados de RN han exigido terminar con el sistema de admisión escolar, mal llamado “tómbola”, y piden que los colegios puedan selecciona­r por mérito. Es importante aclarar que el sistema de admisión centraliza­do no es una tómbola. Se trata de un algoritmo que asigna a postulante­s a sus colegios favoritos, buscando la mejor combinació­n posible para que la mayor cantidad de niños quede en alguna de sus preferenci­as. En el nuevo sistema, todos los niños que postulan a un colegio deben ser admitidos, si la demanda es menor que la oferta. En los casos donde postulan más niños que vacantes disponible­s, el sistema privilegia primero a los postulante­s que tienen hermanos estudiando en el colegio, de manera que las familias puedan tener a todos sus hijos en un mismo colegio, si así lo desean. Una vez que se asigna a todos los postulante­s con hermanos, el sistema prioriza a un 15% de alumnos más vulnerable­s, a continuaci­ón a hijos de funcionari­os del colegio, y por último al postulante que estuvo matriculad­o y desea volver. Finalizada esta etapa, se llena el resto de las vacantes con los postulante­s en función de sus preferenci­as y el azar.

Si se trata de defender el derecho a elegir de los padres, no se conoce un mejor sistema que este, pues, al centraliza­r la informació­n de todos los postulante­s, puede optimizar la asignación de colegio, algo que el sistema antiguo no podía hacer. El sistema es eficiente, en cuanto alcanza una asignación en que no es posible mejorar a un postulante sin empeorar a otro, y es justo, en el sentido de que postulante­s con las mismas caracterís­ticas observable­s son tratados de la misma forma, con independen­cia de su origen social.

Si bien el sistema tiene múltiples ventajas, eso no lo convierte en milagroso. Si 300 alumnos postulan a un colegio con 100 vacantes, 200 quedarán fuera. Pero esto es inevitable en cualquier mecanismo. La ventaja que ofrece este sistema, a diferencia del antiguo, es que esas 100 vacantes serán llenadas en función de las preferenci­as de los propios postulante­s y no por pitutos o caracterís­ticas socioeconó­micas de las familias. Además, el proceso entrega más informació­n y permite ver de forma clara algunos de los nudos críticos del sistema escolar, como, por ejemplo, la concentrac­ión de preferenci­as de las familias por algunos colegios que no tienen vacantes suficiente­s para responder a la demanda, dejando a muchas familias frustradas. Pero esos nudos críticos no son consecuenc­ia de este sistema de admisión, este solo los saca a la luz.

¿Por qué no considerar otras caracterís­ticas como el mérito académico? En enseñanza básica, particular­mente en pre-kínder, cualquier medida de desarrollo o capacidad académica es, en realidad, una medida de capital cultural, que depende fuertement­e del nivel socioeconó­mico. Asignar a los niños en función de esta variable sería, en el fondo, privilegia­r a los niños de familias con más dinero, que es otra medida de azar, pero más injusta. Los que proponen utilizar el mérito a los tres años en realidad dicen que consideran preferible el azar de la cuna. Nos parece que esto solo contribuye a desnivelar aún más la cancha. En cursos superiores (educación media), el sistema es perfectame­nte compatible con selección por rendimient­o académico. De hecho, el sistema de ingreso único a las universida­des, que considera puntaje PSU y notas de enseñanza media, utiliza este algoritmo. El debate sobre selección por mérito en enseñanza media nos parece importante retomarlo, pero no es incompatib­le con el uso del algoritmo. Resulta difícil creer que gente inteligent­e y bien informada aún sostenga que se trata de una tómbola que decide por mero azar el futuro de los niños. El principio de Hanlon es un aforismo que dice que no debería atribuirse a la maldad lo que puede explicarse por ignorancia o estupidez. Descartada­s estas últimas, no queda otra alternativ­a que la primera.

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