Los otros contratos y fallas de la empresa
La primera prueba fue simbólica. Organizaciones sociales que promovían el voto de chilenos en el extranjero pusieron en marcha, para las presidenciales de 2013, una plataforma virtual gestionada con el software de votaciones electrónicas EVoting.
“El sistema encripta el voto en todo momento, lo que equivale a ponerlo en un sobre cerrado que nadie puede leer”, explicaba Tomás Barros, por entonces encargado del sistema y director tecnológico de la Fundación Inria, que desarrolló el software. Al mes, Barros y otros tres socios crearon EVoting Chile SpA, con $ 100 millones de capital inicial. Él pasó a ser su gerente general. Desde entonces, la firma ha triplicado su fondo social y obtenido diversos contratos para gestionar votaciones electrónicas presenciales y a distancia con una amplia cartera de clientes, entre ellos, tres municipios (La Reina, Quilicura y Renca) y la Junta de Alcaldes de Las Condes, La Reina y Providencia. Ninguno vía licitación. También varias asociaciones de funcionarios públicos, sindicatos, empresas y colegios profesionales.
EVoting no tuvo problemas con la consulta ciudadana sobre la laguna cristalina que Las Condes proponía para el Parque Padre Hurtado. Pero en las elecciones de Ciudadanos sí los hubo. Y en 2016 hubo otros comicios con inconvenientes: los de la Anef, cuando esa asociación pagaría unos $25 millones por el servicio. Pero después todo se suspendía “por imponderables técnicos”. Desde la empresa reconocieron que hubo problemas con la validación de los votos y una falla que dejaba un espacio para posibles intervenciones externas, pero todo se solucionó y la elección se llevó a cabo días después.