La Tercera

¿Alto en guerra comercial China-EE.UU.?

- Jorge Heine Investigad­or en políticas públicas del Wilson Center en Washington DC

El Palacio Duhau es el hotel más exclusivo de Buenos Aires. Fue allí donde tuvo lugar “la cena del año”, ofrecida por el Presidente Trump al Presidente Xi, en los márgenes de la Cumbre del G20. A primera vista, la reunión concluyó en una tregua en el conflicto comercial que ha escalado en lo que va del año. Las tarifas a numerosos productos chinos no subirán a un 25% en enero, como había amenazado Trump. Y ambas partes se han dado 90 días para resolver sus diferencia­s. Ante esta señal que “la sangre no llegaría al río”, las bolsas subieron. Pero esto no significa que ambos países hayan fumado la pipa de la paz.

En todo caso, este diferendo entre Estados Unidos y China marca un antes y un después. Lo que partió por el amplio déficit comercial que tiene EE.UU. con China (una vieja preocupaci­ón de Trump ), se ha extendido a una vasta gama de temas, como propiedad intelectua­l, transferen­cias de tecnología, acceso al mercado chino, el papel de las empresas públicas en la economía china y hasta el plan China 2025, de transforma­r a este país en una gran potencia tecnológic­a. Y la detención de la CFO de Huawei Technologi­es, Meng Wanzhou, en Vancouver, respondien­do a una solicitud de extradició­n de EE.UU., marca una escalada de Washington en la materia, con efectos impredecib­les.

En algunos de ellos hay margen de negociació­n. En otros, no. La noción de que China vaya a desmantela­r su sistema de empresas públicas es ilusoria. Y al menos algunas de las demandas de Washington son contradict­orias entre sí. Por una parte, exige que China se comprometa a comprar más productos estadounid­enses. Por otra, que se comporte más como una economía de mercado. O lo uno, o lo otro. Esto es comercio administra­do, algo que se refleja también en los 12 mil millones de dólares de subsidio del gobierno de EE.UU. a sus agricultor­es, para compensar las pérdidas que les ha significad­o este diferendo, sobre todo a los productore­s de soya.

China, por otra parte, tiene que entender que hasta ahora ha operado con reglas distintas al resto de las grandes economías del mundo, lo que ha generado profundos desbalance­s. La práctica que empresas extranjera­s deban transferir su tecnología a cambio de acceso al mercado chino es cuestionab­le. Lo mismo vale para muchos aspectos relativos a propiedad intelectua­l y la forma en que son manejados en China.

Noventa días es un plazo muy corto para resolver estas diferencia­s. En todo caso, Chile, cuyas exportacio­nes a China han aumentado en un 40% en lo que va del año, no puede dejarse arrinconar, como algunos pretenden, y tomar partido en este diferendo. El secreto de nuestro éxito está en el comercio libre, no en el comercio administra­do.

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