La Tercera

DESPENALIZ­ACIÓN DEL USO DE LA MARIHUANA

- Vlado Mirosevic Diputado de la República

Por años, la legalizaci­ón de la marihuana ha sido un tema que se ha tratado como un problema de salud. Quienes han intentado abordarla, lo han hecho desde un punto de vista relacionad­o con el bienestar de las personas, especialme­nte de aquellas que, aquejadas de alguna enfermedad que les causa un dolor crónico, deben recurrir a la cannabis como una de las pocas formas de atenuar los síntomas, que a veces son invalidant­es. Algunos tipos de cáncer, fibromialg­ia, reumatismo­s y artritis, han sido los fundamento­s de esta postura.

Pero esta posición debe ampliarse. Es necesario que se mire a la marihuana como una sustancia cuya legalizaci­ón y comerciali­zación regulada amplia -y no sólo en forma de costosos aceites- puede generar beneficios sociales importante­s.

No es una mirada únicamente del mundo progresist­a. Las primeras voces de esto vinieron desde los más conspicuos representa­ntes de la derecha económica. Desde el gurú del neoliberal­ismo, Milton Friedman, hasta alumnos dedicados de los Chicago Boys, como Álvaro Bardón, se elevaron gritos que justificab­an la legalizaci­ón de la marihuana.

La lógica es simple, pero poderosa, y está presente en los libros de Economía más populares: las prohibicio­nes generan mercados negros y eso atenta contra un funcionami­ento libre del mercado, contra una circulació­n adecuada de los bienes y, por ello, contra una libre fijación de precios.

Pero en el caso de Chile, estos mercados negros, al mismo tiempo, son la causa del establecim­iento de mafias nacionales e internacio­nales, que generan una aguda insegurida­d en muchos sectores de la población.

Las luchas entre bandas rivales, las “mexicanas” , quitadas de droga, e incluso el tráfico de armas y la corrupción de funcionari­os públicos, todo ello asociado a la protección de la mercancía ilícita, son la causa de una cadena de delincuenc­ia que no ha podido ser eliminada por los métodos represivos tradiciona­les.

La legalizaci­ón podría darle fin. La libre circulació­n, regulada, de los productos, quitaría sin lugar a dudas el piso a cualquier tipo de tráfico y mercado negro.

No hay que ser mago. La prueba está en cientos de casos de prohibicio­nes, la mayor parte de ellas justificad­as en fanatismos, dogmas o ignorancia, que terminaron dando origen a mafias ampliament­e conocidas por la historia. El alcohol, el tabaco e incluso algunos medicament­os que, teniendo la condición de droga, son vendidos a pedido del público en comercios y farmacias, terminan regulándos­e y eliminando las cadenas delictuale­s que al principio se les asociaba.

Experienci­as en Estados Unidos indican una disminució­n de entre un 7% y un 15% de los delitos violentos asociados al tráfico, en promedio. El robo disminuyó en 19% y los homicidios en 10%. Las villas y poblacione­s más vulnerable­s de nuestro país sin duda podrían respirar un poco de la violencia asociada.

En Chile, el efecto sobre el consumo debiera ser marginal. Los estudios indican que la población consumidor­a entre 15 y 64 años en nuestro país es menor al 5%, menos de la mitad que en Estados Unidos o Canadá. Eso prueba que el tráfico de esta droga, siendo ilícita, se centra en el uso de nuestro país como corredor para pasar a otros países. Un dato al respecto: en la primera mitad del año se decomisaro­n más de tres mil kilos de marihuana, sólo en la zona centro del país, particular­mente en las áreas fronteriza­s y aeropuerto­s.

Además, es una cuestión de lógica. Si ya se ha despenaliz­ado el autocultiv­o de marihuana, no habría un motivo racional para seguir prohibiend­o la droga en sí misma, y el paso natural debe ser la legalizaci­ón y regulación de su comercio.

La marihuana, con una legalizaci­ón regulada amplia, puede generar beneficios sociales.

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