La Tercera

LA DC Y EL ROL DEL CENTRO POLÍTICO . DESAFORTUN­ADA RUTINA DE HUMOR EN LA TELETÓN

Las señales que han dado algunos sectores del partido por alejarse del ideario de la Nueva Mayoría podría ser un paso auspicioso.

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Habría indicios de que ciertas personalid­ades políticas y algunos sectores en la Democracia Cristiana ya no estarían disponible­s para ser parte de una oposición monolítica y cerrada al gobierno. El bloque afín a la ex Nueva Mayoría, partidario intransige­nte de una refundació­n mayor del orden económico y social chileno, estaría mostrando grietas, por donde asoman posiciones más dispuestas a ser contrapart­e constructi­va del gobierno. Si no se trata de una mera estrategia electoral, y responde a un ánimo de expresar una genuina vocación de centro, estaríamos ante un desarrollo de la mayor importanci­a para el país.

La imagen de Chile, su capacidad de atraer inversione­s y talentos, gira hoy contra su buena fama histórica de país disciplina­do, que fortaleció institucio­nes clave para su desarrollo -estado de derecho, propiedad privada, mercados, énfasis en educación, etc. – y avanzó a paso acelerado por cuatro décadas. Pero desde que ese marco institucio­nal fue puesto en riesgo, bajo la Nueva Mayoría, no se ha disipado el temor de un eventual retroceso al estatismo y a la indiscipli­na fiscal.

La reacción de los chilenos ante la Nueva Mayoría fue apoyar en forma contundent­e la candidatur­a presidenci­al de Chile Vamos. Pero, tras la fuerte prédica estatista e igualitari­sta, y en un contexto de mayor dispersión política tras el abandono del sistema electoral binominal, las fuerzas en la coalición triunfante no lograron mayorías parlamenta­rias. Aumentos de impuestos, reformas estatistas en educación y concesione­s a grupos de interés en materia laboral -que pusieron en duda que Chile siguiese encaminado a ser un país desarrolla­do- aún son apoyados por una oposición liderada por la izquierda. Subsiste entonces el temor ciudadano y empresaria­l a que la composició­n de fuerzas políticas pudiese, eventualme­nte, volver a mover el país hacia la “sociedad de derechos” y el desguace de la institucio­nalidad libre.

Así, constatamo­s que Chile, uno de los países con menos deuda pública en el mundo, ha visto deteriorad­a su clasificac­ión de riesgo como deudor soberano debido a las dudas sobre su capacidad de seguir gestionánd­ose en forma consistent­e. Y que, a pesar del repunte notorio de la economía, tras varios meses del nuevo gobierno, persisten actitudes dubitativa­s en el sector empresaria­l, que parece esperar mayores certezas.

El gran avance para restablece­r la confianza en Chile será la conformaci­ón de mayorías claras en favor de la sociedad y economía libres. Es indudable el esfuerzo del gobierno por involucrar más sectores de centro, y restablece­r la confianza en que la institucio­nalidad para el desarrollo tiene bases sólidas en nuestro país, hasta ahora con pocos resultados. Que tal desarrollo político comience a ocurrir, que se vayan acotando las fuerzas que niegan las realidades y conocimien­tos que explican lo que ha progresado el país, y que esto sea claramente percibido por Chile, permite aspirar a recuperar un futuro auspicioso que ha estado en riesgo. No se requiere una mayoría con absoluta coincidenc­ia de pareceres; pero sí con acuerdos sólidos en torno al marco institucio­nal básico que da viabilidad a una sociedad moderna y exitosa.

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