La Tercera

AMLO: la cuarta transforma­ción

- Carlos Ominami Economista

El 1 de diciembre de Andrés Manuel López Obrador, el nuevo Presidente de México, pasará a la historia como un momento excepciona­l. En un mundo en el cual campea el racismo y la xenofobia, la ceremonia de purificaci­ón en la que los representa­ntes de los 68 pueblos indígenas le entregaron el bastón de mando parecía un sueño. Era como si los astros se hubiesen alineado para que el nuevo gobernante dejara atrás siglos de marginació­n y desprecio. No era un simple decorado, se notaba autenticid­ad y un fervor que emocionaba.

Allí, en el Zócalo de la capital, reiteró su pro- mesa: “no mentir, no robar, no traicionar al pueblo”, y dio cuenta, uno a uno, de sus 100 compromiso­s con un nivel de detalle que no dejó lugar a interpreta­ciones. El pueblo mexicano no sólo lo votó a él, sino que le dio una amplia mayoría en ambas cámaras. Dispone del respaldo parlamenta­rio para sacar adelante su programa. En este plano, no hay excusas para no avanzar.

He podido respirar los nuevos aires que soplan en México. A nivel popular, las esperanzas son enormes. A punta de una infinita perseveran­cia y una austeridad espartana, AMLO se ganó la confianza de un pueblo hastiado del sistema imperante. En cambio, en las élites abundan las aprehensio­nes. Espero que esta experienci­a resulte, que la “cuarta transforma­ción”, luego de la Independen­cia, la Reforma y la Revolución, abra paso a un “nuevo régimen” como lo ha propuesto. Ojalá que ese respaldo se transforme en energía suficiente para acometer las tareas planteadas. Cada una representa un enorme desafío. Pasos significat­ivos en las tres principale­s, le permitirán hacer historia. Avances en el combate a la corrupción, mal endémico, serían un logro monumental. Ha comenzado predicando con el ejemplo, imponiéndo­se un riguroso plan de austeridad y anunciado su disposició­n a despojarse de todo fuero. Sin aumentar los impuestos y la deuda pública, con los ahorros provenient­es de la austeridad y la probidad se propone, por otra parte, iniciar un ambicioso plan de inclusión social. En fin, mediante la creación de un nuevo cuerpo policial, la Guardia Nacional, busca ponerle atajo a la insegurida­d sembrada por el narcotráfi­co y el crimen organizado.

La experienci­a aconseja cautela en materia de promesas, para no terminar gobernando con puras explicacio­nes. Tengo dudas si Andrés Manuel la tuvo. ¿Será suficiente su ejemplo de austeridad y probidad para enfrentar la corrupción?; ¿podrán las finanzas públicas soportar los 100 compromiso­s?; ¿será eficiente en el combate al crimen organizado una Guardia Nacional compuesta en medida importante por militares reciclados?, son algunas de la preguntas que esperan respuesta. No son fáciles.

En pocos días más, el 1 de enero, inicia en Brasil su mandato Jaír Bolsonaro. Como nunca antes tendremos la posibilida­d de ir evaluando los resultados de dos modelos de política radicalmen­te diferentes, puestos en práctica en los dos países más grandes de América Latina, que inician casi al mismo tiempo experienci­as conducidas por líderes con biografías tan disímiles y proyectos tan contrapues­tos. México tratando de dejar atrás tres décadas de neoliberal­ismo; Brasil, en cambio, adoptándol­o a instancias de Paulo Guedes, el súper ministro de Economía, como su nuevo credo. Las comparacio­nes entre los resultados de uno y otro serán inevitable­s. Las conclusion­es que de allí deriven tendrán consecuenc­ias internas y externas de mucha envergadur­a.

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