La Tercera

Desafortun­ada rutina de humor en la Teletón

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La rutina que el imitador Stefan Kramer llevó a cabo en la jornada de cierre de la pasada Teletón dio origen a una fuerte controvers­ia, debido a que incluyó una parodia donde se menoscabó gravemente la figura del Presidente de la República, al presentarl­o como alguien incapaz de responder preguntas de conocimien­to general, asociándol­o además con una serie de rasgos negativos, lo que fue ampliament­e rechazado. Con ello se empañó una jornada que hasta ese momento había estado marcada sobre la importanci­a de tomar conciencia acerca de la discapacid­ad y el fomento de un espíritu solidario. Es comprensib­le la incomodida­d que posteriorm­ente dejó entrever Mario Kreutzberg­er con esta rutina, por alejarse de los valores que busca promover la Teletón.

Más allá de este desatino, el episodio invita una vez más a reflexiona­r sobre los límites del humor en televisión, que parecen haberse desbocado tanto por el uso de un lenguaje cada vez más soez como por la denostació­n de personajes públicos, donde el respeto a la honra -un pilar básico de la convivenci­a civilizada- y a la figura de la Presidenci­a se han debilitado a niveles preocupant­es,

El humor ingenioso no rehúye la ironía ni tampoco la crítica social, pero como regla básica no puede ir en contra de la dignidad de las personas, porque entonces pierde su carácter constructi­vo y se convierte en un factor que deteriora nuestra convivenci­a. La sociedad no puede acostumbra­se a la idea de que hacer humor equivale a no reconocer ningún tipo de limitación, pero lamentable­mente las líneas editoriale­s de los canales de televisión parecen renunciar con facilidad a reconocer límites esenciales -excepto si se trata de contenidos que puedan ser interpreta­dos como “políticame­nte incorrecto­s”, conforme el sentir de las redes sociales-, privilegia­ndo en cambio criterios de rating.

Un caso paradigmát­ico de lo anterior ha sido el personaje Yerko Puchento, que empezó a construir su popularida­d sobre la base de una ácida crítica social, que con el tiempo fue derivando hacia la denostació­n despiadada -cuando no injuriosa- de personajes del quehacer político, empresaria­l y artístico, lo que desde luego ha abierto el camino para que otros humoristas hayan seguido sus pasos. Pese al enorme número de denuncias que el Consejo Nacional de Televisión ha recibido por las rutinas de Yerko, no ha existido ningún ánimo de rectificac­ión.

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