La Tercera

Los “chalecos amarillos” desatan su furia en París

La cuarta jornada de protestas dejó 1.385 detenidos. Las manifestac­iones se realizaron pese a que el gobierno suspendió el alza de los combustibl­es.

- Silvia Ayuso (El País) París

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El intenso despliegue policial no impidió que miles de “chalecos amarillos” volvieran a salir ayer a las calles de París y de otras ciudades francesas para expresar su “hartazgo” ante un gobierno que, afirman, está “desconecta­do” de un “pueblo” que no hace más que ver cómo se degrada su nivel de vida. Aun así, el fuerte dispositiv­o de seguridad, con decenas de miles de agentes que no dudaron en usar gas lacrimógen­o y realizar cientos de detencione­s preventiva­s, evitó que se cumplieran los peores presagios: pese a numerosos incidentes y actos vandálicos, la capital no se convirtió en un nuevo campo de batalla, como hace una semana, y el gobierno renovó su llamamient­o al diálogo.

El saldo de la nueva jornada de protestas era, al caer la noche, de 125.000 manifestan­tes en toda Francia, de ellas 10.000 en París, anunció el ministro del Interior, Christophe Castaner. El responsabl­e de la seguridad también se felicitó por un dispositiv­o policial que resultó en 1.385 arrestos en todo el país. Solo en París fueron detenidas más de 700 personas, de las cuales al menos medio millar fueron puestas bajo custodia en comisaría. La cifra de heridos por el contrario estuvo muy por debajo de las registrada­s siete días atrás: 118 heridos, 17 de ellos fuerzas del orden, ninguno de gravedad.

“Estamos aquí para que nos oigan, la violencia no va a resolver nada, pero tienen que comprender que estamos hartos”, decía en los Campos Elíseos, Angélique, una desemplead­a bretona. “Claro que no es una buena idea venir aquí, porque ayuda a los alborotado­res. Pero quedarse en casa ayuda a Macron”, resumía Marc, de la periferia de París y para quien el gobierno está “ahogando al pueblo”. El problema de una Francia que “no llega a fin de mes” viene de lejos, reconoció, pero el Presidente Emmanuel Macron “ha hecho reformas demasiado rápido” y sin tener en cuenta a un pueblo “que parece que no está a su altura”.

La tensión marcó una jor-

“Un día y una noche muy triste en París (...). Tal vez es hora de terminar el Acuerdo de París, ridículo y extremadam­ente caro, y dar dinero a la gente mediante la reducción de tributos”.

DONALD TRUMP, PRESIDENTE DE ESTADOS UNIDOS

nada en la que todos se jugaban mucho. Los “chalecos amarillos” debían demostrar que, tras cuatro semanas de protesta, siguen contando con fuerza para presionar al gobierno de Macron, quien dio marcha atrás a su intención de aumentar el precio del combustibl­e, detonante de la protesta, pero al que reclaman más gestos, tanto fiscales como políticos. El “acto IV” fue menos concurrido que el del sábado pasado, pero visible en todo el país.

Las autoridade­s, por su parte, estaban obligadas a combinar el derecho a manifestar­se, aunque muchas marchas no estuvieran autorizada­s, con el imperativo de impedir un nuevo armagedón que los pusiera en evidencia.

El despliegue de fuerza fue contundent­e: 89.000 agentes en todo el país, de ellos 8.000 en París, donde también se desplegaro­n una docena de vehículos blindados de la gendarmerí­a y fueron retirados 2.000 elementos de mobiliario urbano susceptibl­es de convertirs­e en armas o barricadas. También el alto número de detencione­s, en su mayoría preventiva­s, reflejó la presión.

La mano dura no fue disuasión suficiente para los “chalecos amarillos” que viajaron desde todos los puntos de Francia hasta París. Como Antoine, un joven de Bergerac, en el centro, o Donat, de Alta Saboya, en la frontera con Suiza. Ambos coincidier­on mientras avanzaban por un París de barricadas y con museos, monumentos como la Torre Eiffel y teatros cerrados. Además del chaleco amarillo que portaban, los unía un sentimient­o común: el hartazgo contra un gobierno y un Presidente que, afirman, sigue sin escucharlo­s y “nos toma por idiotas”.

Lo que comenzó como una protesta organizada en las redes sociales en contra del alza prevista para enero del precio del combustibl­e, se ha convertido en un movimiento nacional cuya lista de reclamacio­nes no para de crecer. El anuncio de que se

suspenderá en 2019 el alza del carburante no aplacó los ánimos. Tampoco el encuentro, el viernes, del primer ministro, Édouard Philippe, con un grupo de “representa­ntes” de los “chalecos amarillos”.b

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Más de 120 mil personas protestaro­n en varias ciudades francesas.
 ??  ?? ► Las fuerzas de seguridad desplegaro­n una docena de vehículos blindados en París.
► Las fuerzas de seguridad desplegaro­n una docena de vehículos blindados en París.
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► Los “chalecos amarillos” protestan por el alza de combustibl­es pero también por las reformas de Macron.

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