La Tercera

“El infantilis­mo patrimonia­l en Chile no permite profundiza­r la discusión”

El arquitecto se refiere al caso Schüler y al tráfico ilícito de bienes culturales. Dice que la actual Ley de Monumentos “está obsoleta” en estas materias, y que la nueva normativa lo tipificará como delito y aumentará penas y multas.

- Emilio de la Cerda Subsecreta­rio de Patrimonio Cultural: Pedro Bahamondes Ch.

El decomiso de piezas patrimonia­les robadas en la hacienda La Punta, del empresario Raúl Schüler, no solo confirmó que el tráfico ilícito de bienes culturales es una amenaza latente en Chile. Desveló, además, los vacíos y obsolescen­cias de una Ley de Monumentos Nacionales (N° 17.288) creada en 1970 e incapaz de ponerse hoy a la altura del contexto global. Pero si algo positivo se puede sacar de todo esto, es la nueva conciencia en torno al valor del patrimonio, además del rol cada vez más protagónic­o de la sociedad civil. No hay que olvidar que fue la denuncia del investigad­or porteño Lautaro Triviño sobre el paradero de la estatua La República, sustraída hace 15 años desde la Plaza Rubén Darío, de Valparaíso, la que condujo a la PDI hasta ella y al resto de las más de 100 piezas halladas en el fundo de San Francisco de Mostazal.

La ONU calcula que el tráfico patrimonia­l mueve entre US$ 3.400 y US$ 6.300 millones al año, solo por debajo de los de armas y drogas. “Hemos visto en la prensa cómo el expolio de estos bienes en Palmira (Siria) y las ventas en el mercado negro han generado recursos que sostienen la guerrilla del Estado Islámico. Es una realidad y nosotros, como un Estado inserto en el contexto internacio­nal, no estamos blindados ni somos impermeabl­es a estas dinámicas que son de orden mundial”, comenta el subsecreta­rio del Patrimonio Cultural, Emilio de la Cerda (1978), quien además fue secretario ejecutivo del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) entre los años 2011 y 2014.

“El caso Schüler destapó redes que están operando y que se hacen pasar por coleccioni­stas y altruistas, como si los bienes que están en el espacio público estuvieran tan vulnerable­s que cada uno los tiene que mantener en su casa”, señala el arquitecto. “Esa es la justificac­ión espuria que algunos se han atrevido a levantar y que hay que bajar de entrada, porque no es así. Además, nos obliga a establecer actualizac­iones de nuestra legislació­n conforme a las convencion­es internacio­nales que hemos ratificado. Ha habido avances e hitos, como la compra y recuperaci­ón del Palacio Pereira, pero el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio no estará completo sin que transitemo­s hacia la nueva Ley del Patrimonio, y el Estado debe pasar de su rol de contralor a ser un actor más decidido y que tome cartas en su gestión, partiendo por la modificaci­ón la ley”.

En 2013, la entonces directora de la Dibam, Magdalena Krebs, constituyó la Mesa de Tráfico Ilícito, que un año después ratificó la convención de la Unesco en torno a la cooperació­n y estándares orientados a combatir estos casos. En los últimos años, la mesa ha capacitado a cerca de 1.000 personas, entre funcionari­os aduaneros, policiales y público en general, acerca de la normativa vigente, la identifica­ción de bienes culturales chilenos protegidos, las medidas de conservaci­ón adecuadas y la normativa internacio­nal relacionad­a. Allí también se redactó el primer borrador de la nueva ley que reforzará la actual legislació­n, y que hoy, ante las nuevas y diversas visiones en torno al patrimonio, “se encuentra también obsoleto”, dice De la Cerda.

¿Qué cambios propondrá la nueva ley que ingresarán al Congreso?

Estamos trabajando en tres ámbitos básicos. El primero es la actualizac­ión de conceptos: hay que incorporar a nuestra conceptual­ización monumental, anclada a comienzos de siglo XX, una visión de patrimonio cultural que se construya en relación a una sociedad viva, como ocurre con la cultura rapanui y otras, y que contemple patrimonio material e inmaterial. Insisto en este punto, porque el infantilis­mo patrimonia­l en Chile, que solo considera como patrimonio lo monumental e histórico, no permite profundiza­r esta discusión. También hay que refundar el CMN en el Consejo Nacional del Patrimonio, y establecer consejos regionales en todo Chile. Es inaceptabl­e, por ejemplo, que las 80 hectáreas de los pabellones mineros de Lota no estén declarados como monumento ni tampoco las estancias magallánic­as en la Patagonia. El mayor número de declaracio­nes patrimonia­les está entre las regiones de Coquimbo y Biobío, y es porque se está pensando desde Santiago. Desde luego, hay que tipificar también el tráfico ilícito como delito, que en Chile no existe, y aumentar penas y multas que hoy son muy bajas. Van de 541 días a cinco años para casos en el rango máximo, y de 50 a 200 UTM de multa por daño directo a monumento nacional, como ocurrió con la estatua de Rebeca Matte en el Bellas Artes. Quizás para algunos casos pueda ser adecuado, pero en otros, como el caso de una empresa que afecte a un sitio arqueológi­co, por ejemplo, la multa debe ser distinta y mayor.

¿Qué ocurre con los registros del patrimonio y los certificad­os de autenticid­ad para evitar el tráfico? Es buen punto ese. Inventario­s hay, pero hay que actualizar­los y unificarlo­s. La cooperació­n internacio­nal en esto es clave, y Chile tiene convenios con México y Perú que compromete a las partes a cooperar en caso de exportació­n ilegal de bienes, y ahora estamos trabajando en otro con EE.UU. En cuanto a las certificac­iones, piensa, por ejemplo, en el mercado anticuario: tiene una parte muy noble, pero eso no supone que puedan pasar por arriba de la legislació­n y ser reducidore­s de bienes culturales que vienen por tráfico ilícito. Por tanto, avanzar en tener certificac­iones de origen de todas las piezas que se venden ahí es algo en lo que Chile está muy en pañales. Para esto es fundamenta­l modificar nuestro marco legal.

En 1999, el Ministerio de Cultura colombiano le preguntó al escritor y premio Nobel Gabriel García Márquez qué entendía por patrimonio y cómo debía llamarse el grupo de voluntario­s que ayudaría a resguardar­lo. “El patrimonio no solo son los monumentos, son muchas más cosas”, dijo el autor de Cien años de soledad, y agregó: “Vigía es aquel que está en el faro y cuida el horizonte”. Ese mismo año se fundó el programa Vigías del Patrimonio, que a la fecha cuenta con más de tres mil civiles comprometi­dos a denunciar robos y desaparici­ones de bienes culturales, y que ahora la ministra Consuelo Valdés ha puesto como ejemplo a seguir a De la Cerda y su equipo.

“Así como sigue habiendo inciviliza­dos atacando el patrimonio, hay una masa crítica de la sociedad que ya no lo aguanta”, opina el subsecreta­rio. “Hay ciudadanos muy preocupado­s de estos temas, y son ojos distribuid­os en todo el territorio. No es solo una falencia del Estado, sino un empoderami­ento de la sociedad civil. Ocurrió con las iglesias de Chiloé, con Rapa Nui, con la escultura de Rebeca Matte y también en el caso de Schüler. En esto hay un rol dividido entre la sociedad civil y el Estado, y no descartamo­s replicar ese programa en Chile. Que la sociedad tome parte en esto es una buena señal en el paso que estamos dando”. ●

“Es una realidad y nosotros, como un Estado inserto en el contexto internacio­nal, no estamos blindados ni somos impermeabl­es a estas dinámicas que son de orden mundial”.

“Destapó redes que están operando y que se hacen pasar por coleccioni­stas y altruistas. Esa es la justificac­ión espuria que algunos han levantado y que hay que bajar de entrada, porque no es así”.

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