La Tercera

OBJECIÓN, ¿DE QUÉ CONCIENCIA?

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SEÑOR DIRECTOR

El TC ha anunciado una controvert­ida decisión; de nuevo: la inconstitu­cionalidad del reglamento de Salud para la objeción de conciencia, ante la interrupci­ón voluntaria del embarazo.

La despenaliz­ación del aborto –incluso en tres reducidas causales– ha sido presentada como un dilema para la coalición gobernante. Una cuestión que dividiría a las viejas matrices liberales y conservado­ras. Pero en el actual contexto de hegemonía neoliberal, esa división tiende a diluirse hasta desaparece­r, pues ambas matrices se acercan para fundirse en una sola posición, servicial al lucro y a la concentrac­ión del poder y, contraria a la autonomía y los derechos de las personas y las comunidade­s. Lo vemos cuando el gobierno se pone de parte de las forestales en el mal llamado “conflicto mapuche” y, ahora, al defender una supuesta autonomía de las clínicas privadas para recibir financiami­ento público (lo que se disfraza tras la mal llamada objeción de conciencia institucio­nal), en lugar de defender la autonomía sexual y reproducti­va de las mujeres. El gobierno ni siquiera defendió su reglamento ante el TC; simplement­e, se allanó a aceptar la supuesta inconstitu­cionalidad de su propia decisión.

Hace rato que vemos una práctica institucio­nal partisana en el TC, comprometi­do con un proyecto político particular y asumiendo una postura en el debate político. Con ello, no sólo socava las bases de su legitimida­d, sino las de todo el sistema democrátic­o. Lo propio hace el gobierno al no respetar la interpreta­ción jurídica del contralor y allanarse a un requerimie­nto presentado, en su contra, por su propia coalición.

Así, las institucio­nes no funcionan; salvo que aceptemos que lo hacen para garantizar la autonomía de las empresas y no la de los individuos.

Jaime Bassa Profesor de Derecho Universida­d de Valparaíso

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