La Tercera

Administra­r escasez

- Max Colodro

No es fácil encontrar gobiernos y presidente­s populares en el mundo actual. Un simple análisis comparado devela que la aprobación hoy no sólo es infrecuent­e sino también efímera. La razón, más allá de los factores episódicos, está relacionad­a con la creciente polarizaci­ón que recorre a las democracia­s occidental­es, una realidad asociada a su vez con la pérdida de confianza y la crisis de representa­tividad que enfrentan los sistemas políticos contemporá­neos.

Chile no está al margen de esta tendencia global. Sobre todo en el ciclo inaugurado en 2010, cuando la alternanci­a en el poder instaló un escenario competitiv­o, que condujo a la centroizqu­ierda a una severa autocrític­a respecto al país construido durante los veinte años de la Concertaci­ón. La reapertura de los disensos sobre la legitimida­d del orden constituci­onal y el modelo económico fue un resultado de esta inflexión, lo que naturalmen­te ha generado mayores grados de incertidum­bre y gobiernos con niveles de aprobación más inestables.

Según lo confirman las encuestas de las últimas semanas, la segunda administra­ción de Sebastián Piñera atraviesa en la actualidad un claro proceso de deterioro en sus niveles de respaldo, realidad que la tiene ya bajo el umbral de los 40 puntos y con niveles de desaprobac­ión cercanos al 50%. La velocidad de la caída es sin duda una señal de alarma para el oficialism­o, principalm­ente porque sus causas directas parecen asociadas a los efectos del caso Catrillanc­a y a una baja en las expectativ­as económicas, pero también a una incertidum­bre subyacente más estructura­l, propia de sociedades más polarizada­s y con signos visibles de deterioro institucio­nal.

Hay también algo de déjà vu: desde el gobierno de Ricardo Lagos se observa una secuencia que ha tendido a confirmars­e en las administra­ciones posteriore­s: un primer año relativame­nte bueno en materia de popularida­d, los dos siguientes con niveles altos de deterioro, y una recuperaci­ón en el último año del período presidenci­al. Si ello permite proyectar algo de lo que viene, el gobierno de Sebastián Piñera deberá afrontar la concreción de sus principale­s iniciativa­s –entre ellas las tributaria, laboral y previsiona­l- no sólo sin mayorías en el Congreso, sino teniendo que administra­r también los efectos del deterioro en su aprobación y capital político. Elementos que serán claves también a la hora de abordar la crisis institucio­nal que hoy recorre a las FF.AA. y en particular en Carabinero­s; situacione­s que exigen construir acuerdos sustantivo­s con la oposición, algo que se hace más complejo cuando la popularida­d viene a la baja.

En síntesis, los niveles de aprobación que Sebastián Piñera exhibió durante casi todo su primer año, parecen comenzar alejarse. Una circunstan­cia que será sin duda un aliciente para una oposición que ha permanecid­o en estado de coma durante este período, y que desde ahora puede tener un mejor escenario para sus esfuerzos de convergenc­ia y rearticula­ción. En paralelo, el gobierno deberá poner a prueba su capacidad de gestión política sin el muro de contención que supone el alto respaldo ciudadano, una realidad que exige destrezas y habilidade­s no fáciles de encontrar en tiempos de deterioro político.

Sin la contención que supone el repaldo ciudadano, el gobierno deberá poner a su prueba su capacidad de gestión política.

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