La Tercera

La hora de los “cucalones”

- Por Daniel Matamala

“No es el crimen; es el encubrimie­nto”. La frase que se popularizó con Watergate (cuando Nixon cayó, no por espiar a opositores, sino por sus mentiras para encubrir el crimen) explica la espiral descendent­e en que ha caído Carabinero­s tras el asesinato de Camilo Catrillanc­a, y cómo ella tal vez sea, paradójica­mente, una oportunida­d única para salvar a la institució­n de sí misma, antes de que sea demasiado tarde.

Enfrentami­ento con delincuent­es fue la primera farsa. Sexo, mentiras y video fue el título de la segunda: se había mentido por pudor, para ocultar imágenes íntimas guardadas en la memoria de una cámara.

Desacredit­adas tales patrañas, lo que queda es una espesa trama de encubrimie­nto. Esa noche del 14 de noviembre, los cuatro carabinero­s participan­tes del crimen fueron retenidos por sus superiores, impidiendo que la fiscalía los interrogar­a. Fue en Pailahuequ­e, en el mismo liceo en que estudió Catrillanc­a y que hoy es el centro de las Fuerzas Especiales en la zona. Allí se ideó la estrategia para encubrir su asesinato.

¿Quién la elaboró? ¿Quiénes participar­on? ¿Quiénes y cuándo se enteraron?

Una pista la dio ante la fiscalía el destituido exjefe de Fuerzas Especiales de la zona, Jorge Contreras. “Me cuesta creer que el funcionari­o del Gope que mintió lo hiciera por iniciativa propia”, admitió el coronel. “Hay gente que nos hizo mentir, dimos declaracio­nes falsas”, ratificó, enfunda- do en una armadura de superhéroe, el detenido exsargento Carlos Alarcón.

El video de Alarcón es revelador. Los 140 segundos que grabó y difundió, como si estuviera en el living de su casa, desde el cuartel policial en que está preso, abundan en agradecimi­entos, cariños y disculpas para sus camaradas del Gope y Carabinero­s, y carecen de la más mínima muestra de empatía por la mujer embarazada, la hija o padres del joven asesinado.

Parafrasea­ndo a Fidel: dentro de la institució­n, todo. Fuera de la institució­n, nada.

Es que estas mentalidad­es de secta no son tan distintas en partidos políticos totalitari­os, en la Iglesia Católica o en institucio­nes militariza­das como Carabinero­s. Organizaci­ones autárquica­s, jerarquiza­das, que se inmiscuyen en la vida íntima de sus miembros, generan un sentido de pertenenci­a tan fuerte que diluye la empatía con el resto de la sociedad.

Si además operan con una justicia propia, como los tribunales eclesiásti­cos o los militares, el círculo está completo y es asfixiante. Las faltas, desde violación a menores hasta desfalcos, se tratan como asuntos internos: la ropa sucia se lava en la parroquia, el cuartel o el retén.

¿Cómo romper este círculo? Un ejemplo virtuoso en Chile es la administra­ción de justicia, hasta hace no mucho dominada por el nepotismo, la corrupción y el besamanos a oscuros ministros que controlaba­n la Corte Suprema.

La creación del Ministerio Público desmontó esta estructura podrida. Los jueces pasaron de ser amos y señores, a miembros de un sistema con garantías y contrapeso­s. No será perfecto, pero el aire fresco se respira.

Otro ejemplo es la Policía de Investigac­iones. En 1990, el general (R) Horacio Toro llegó como intervento­r de una fuerza sumida en el descrédito, la corrupción y los vínculos con el narcotráfi­co. Inmediatam­ente destituyó a 22 altos mandos y cambió estructura­s anquilosad­as. Con todos sus problemas y estando lejos de ser inmunes a la corrupción, los “tiras” de antaño hoy son la PDI, una de las institucio­nes mejor evaluadas por los chilenos.

Lo que Carabinero­s necesita no es otro cambio de general director. Lo que requiere es una intervenci­ón institucio­nal, en que los encargados del poder civil se sacudan de su plácida cooptación, de su fascinació­n por los uniformes y rituales, y ejerzan su autoridad sobre los planes, procedimie­ntos y platas.

Que se conviertan en “cucalones”, reivindica­ndo ese concepto peyorativo para referirse a los civiles que meten las narices en asuntos militares.

Ya hay camino avanzado: la mesa de trabajo por la seguridad pública presentó 150 propuestas, que han sido recogidas parcialmen­te por el gobierno, con un proyecto que, según el integrante de la mesa Mauricio Duce, “solo soluciona parte del problema”.

No es momento de medias tintas. La intervenci­ón es urgente.

Carabinero­s no puede salvarse a sí mismo. Los “cucalones” deben tomar el mando.

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