Felipe Avello: el que ríe al último
Inquieta, instala una tensión, qué va a hacer, hasta dónde puede llegar. Felipe Avello provoca pasiones, gente que lo declara genio y otra que simplemente no engancha. No es del gusto particular del público mayor por ejemplo. No le encuentran la gracia porque no cuenta chistes formales o desarrolla una rutina sobre la contingencia. Avello parece divagar como Seinfeld encantaba por no tratar de nada en particular. Habla de sí mismo, de lo que le pasa, y de ahí lanza links a los que hay que estar atentos con alcances entre líneas, una forma de murmurar la broma que Avello dice rescatar del chileno promedio y su falta de carácter que se expresa en ironías.
Los viejos pasan mientras los millennials lo consideran un ídolo proclamando el valor terapéutico de sus rutinas porque básicamente no pueden dejar de reír como lo registran los comentarios de los compilados en Youtube de sus años en SQP, convertidos en clásicos del humor contemporáneo chileno. Avello se reía en la cara de la farándula y del propio programa, de sus clichés y la moral de cartón piedra de sus personajes retoman- do la tradición del Jappening con ja y Plan
Z, referentes de nuestra cultura pop fundados en la idea de burlarse de la televisión desde sus entrañas. Fue un tema permanente en Avello desde que hacía notas incomprendidas y que incomodaban a empaquetados animadores en programas magazinescos de TVN a comienzos del milenio ofreciendo fama por 48 horas a gente común y corriente, en hilarantes reportes que se mofaban del viejo anhelo de salir en la tele.
Que Avello llegue a Viña después de que su nombre rondara por largo tiempo le dará emoción a la pálida celebración de los 60 años del certamen. La gran gracia del periodista, convertido en el más original de los artistas nacionales consagrados al humor de este siglo, es remarcar la ausencia de límites y una agudeza quirúrgica. Si se tiene talento para hacer reír todo es abordable. Su presencia en el mayor evento del país es el triunfo de un camino poco convencional en el humor de un transgresor que esperó su momento.