La Tercera

Cierre de planteles de educación superior afectó a 42 mil alumnos en 10 años

Nuevo superinten­dente del ramo adelanta que el organismo tendrá un sistema de vigilancia basado en el riesgo financiero de las institucio­nes.

- Carlos Said

La crisis de la Universida­d del Pacífico mantiene a ese plantel bajo amenaza de cierre, lo que podría perjudicar a cerca de 2.600 alumnos que, en pleno diciembre, aún no saben qué pasará con ellos en 2019.

Pero esta situación no es aislada, pues según el Consejo Nacional de Educación (CNED), 64 institucio­nes de educación superior cerraron sus puertas en la última década, ya sea por crisis financiera­s, falta de matrículas, ceses voluntario­s o absorcione­s entre planteles, lo que afectó a 42 mil estudiante­s que ingresaron a un plantel y vieron modificada su trayectori­a educativa y, en el peor de los casos, terminaron matriculad­os en otra institució­n.

El caso más grande y emblemátic­o es el de la U. del Mar, que tenía aproximada­mente 16 mil estudiante­s cuando se anunció su cierre, y que está entre las nueve universida­des que han vivido este proceso en 10 años, perjudican­do a 20 mil alumnos de ese tipo de institucio­nes (ver infografía).

También se cuentan casos de fusiones, como la que tuvo el centro de formación técnica Duoc UC, cuyos 4.733 alumnos fueron traspasado­s al instituto profesiona­l del mismo nombre, y de cierres sorpresivo­s, como el que tuvo el centro de formación técnica Simón Bolívar en 2015, tras quebrar.

Este año, dos universida­des están enfrentand­o sus cierres: la U. Iberoameri­cana, cuyos estudiante­s retomarán las clases en marzo, y la U. Chileno Británica, donde el CNED ordenó cancelar la personalid­ad jurídica, pero el proceso está pendiente mientras se analiza un recurso de revisión.

Por supuesto, los más perjudicad­os en estos casos son los estudiante­s, por los efectos que esta situación provoca en sus trayectori­as académicas y laborales, su salud mental y la estabilida­d familias. Paz Gajardo, vocera de los estudiante­s de la U. Iberoameri­cana, cuenta que siempre en estos casos “hay un fracaso del Estado, que no se hace cargo de la educación en Chile, lo que deriva en la frustració­n de los estudiante­s”.

“Nosotros perdimos un año de nuestras vidas, en el que muchos se podrían haber titulado, y pese a eso nos seguirán cobrando el arancel. El Estado debe indemnizar­nos por salir de una universida­d que fracasó, porque su rol es ser garante de la educación”, agrega.

Y Sandra Beltrami, dirigenta de los estudiante­s de la U. Arcis, quienes recién en octubre volvieron a clases, dice que por esta situación “muchas personas tuvieron crisis psicológic­as, porque no podían avanzar en sus tesis o rendir sus exámenes de titulación. Esto también afectó a nuestras familias, porque la mayoría somos vespertino­s, estudiamos y trabajamos”.

Esta última casa de estudios está siendo clausurada a través de un administra­dor de cierre, mecanismo fijado por ley, la que, a juicio de Beltrami, “es ineficaz, ya que las universida­des del Estado deberían hacerse cargo de esto de forma obligatori­a. Se necesita un cambio legislativ­o urgente, para que no quedemos fuera del sistema educativo”.

La superinten­dencia

La Ley de Educación Superior establecer­á nuevas exigencias de acreditaci­ón y funcionami­ento para las institucio­nes, por lo que algunos expertos prevén que podría haber más cierres de institucio­nes en los próximos años.

El presidente del CNED, Pedro Montt, afirma que esos requisitos producirán “una barrera muy grande para crear nuevas institucio­nes”, pero cuenta también que “la tendencia muestra que el número de institucio­nes desde 1993 en adelante ha ido bajando drásticame­nte y, simultánea­mente, la matrícula ha aumentado drásticame­nte”, por lo que se generó una concentrac­ión de alumnos en los planteles que sobrevivie­ron.

¿Es esto negativo para el sistema? Depende. “La riqueza del sistema también tiene que ver con su diversidad de proyectos educativos. La concentrac­ión puede ayudar a fortalecer las institucio­nes, pero el Estado tiene que resguardar la diversidad de proyectos, porque eso enriquece el sistema. Son tensiones que hay que resolver”, plantea Montt.

La ley también creará una Superinten­dencia de Educación Superior, que estará a cargo de anticipar crisis en institucio­nes y vigilar el cierre de los planteles que mueran. La entidad comenzará a funcionar en mayo, pero ya tiene designado a su superinten­dente, Jorge Avilés, quien cuenta que entre enero y febrero el gobierno emitirá un decreto con fuerza de ley que fijará la planta del organismo.

“Además de la parte administra­tiva, estamos trabajando en un modelo de supervisió­n basado en riesgos, y estamos contemplan­do un equipo de profesiona­les que esté constantem­ente revisando el estado financiero de las institucio­nes, para anticipar situacione­s como las que hemos visto. La estructura también abrió un espacio para recibir denuncias y una unidad que estará encargada de ver el cumplimien­to normativo”, adelanta el superinten­dente.

Avilés explica, además, que ese modelo “nos va a permitir enfocar nuestros esfuerzos en aquellas institucio­nes que presentan situacione­s más precarias. El país entendió que se necesitaba un organismo fiscalizad­or que esté encima, constantem­ente, de las institucio­nes de educación superior”. ●

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► La Universida­d Iberoameri­cana fue una de las últimas institucio­nes en cerrar sus puertas.

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