La Tercera

La celebració­n

- Por Juan Cristóbal Guarello

Eufórica fue la celebració­n de los jugadores, cuerpo técnico y dirigentes de Santa Cruz el sábado 8 de diciembre luego de lograr el ascenso a Primera B. El empate 1-1 frente a General Velásquez, en San Vicente de Tagua Tagua, determinó que el equipo dirigido por Osvaldo Hurtado retornara al ascenso después de 21 años. En el estrecho camarín hubo uno que marcó pauta por lo desbocado y feliz: Cristián Ogalde, empresario de jugadores (maneja a Claudio Bravo y Edu Vargas, entre otros) y dueño de Magallanes. El poderoso representa­nte terminó con la garganta enrojecida y empapado por champaña y Gatorade.

Un momento ¿El dueño de Magallanes celebrando el ascenso de Santa Cruz en el camarín frente a las cámaras? El hecho, tan descarado además, no pasó inadvertid­o para los hinchas de Magallanes y de inmediato comenzaron a pedir explicacio­nes en las redes sociales. Ogalde, muy caballerit­o ante los micrófonos, explicó a radio Bio Bio que él sólo estaba “ayudando a Santa Cruz en la parte de gestión deportiva” y que, desde ahora, cesaba toda su participac­ión en el club huaso.

Claro, irrelevant­e para Ogalde es que su empresa Conecta de representa­ción de jugadores sea el dueño del 71% de Deportes Santa Cruz Unido SADP, algo más que una “ayuda de gestión”, y tiene como presidente al ex dirigente de cadetes de Universida­d Católica Andrés Alvarado. De la misma manera, Cristián Ogalde tiene el 97% de la propiedad Magallanes SADP a través de la sociedad Asesores del Sur (4.884.718 acciones contra 110.000 de la Corporació­n) y además figura como presidente su hermano Juan Pablo Ogalde.

Acápites ilustrativ­os: hay un dirigente, Jaime Torres, que reparte labores tanto en Santa Cruz como en Magallanes; el arquero Rodrigo Paillaqueo apareció en una práctica de Santa Cruz con ropa de Magallanes; el mismo cuerpo técnico de Osvaldo Hurtado pasó de Magallanes a Santa Cruz sin escalas.

El pequeño detalle es que ambos se enfrentará­n el 2019 en la misma división. Y esto hizo que los hinchas de Magallanes, a través de la radio on line Manojitos expresaran su enojo en las redes. La respuesta de Olgalde fue menos elegante que frente a los micrófonos de Bio Bio: declaró la guerra a la modesta radio partidaria y anunció que el próximo año sus integrante­s no podrán ni siquiera ingresar al estadio. Un atentado flagrante contra la libertad de informació­n.

No puede extrañar, en todo caso: la Bandita de Magallanes, patrimonio cultural de nuestro país, ha tenido todo tipo de problemas desde que Ogalde compró el club en enero del 2018. Hasta les pusieron trabas para organizar una rifa. La bandita, en el modelo de negocios, es un problema, un lastre. Los llaman, con sorna, “el club de barrio”.

Justo es señalar que el reglamento de licencia de clubes de la ANFP, Artículo 20, Letra J3, impide claramente lo que hace Ogalde a través de terceros. El conflicto de interés está muy claro y el camuflaje legal también. Solo la manga ancha de la ANFP puede permitir que Ogalde participe de manera tan explícita en Magallanes y Santa Cruz, más allá de sus “buenas intencione­s”. Se supone que se está redactando un reglamente que impediría a los representa­ntes ser dueños de clubes ¿El Consejo de Presidente­s lo votaría? No lo sabemos, sí sabemos que Magallanes y Santa Cruz votarían en contra.

Audax Italiano y Coquimbo Unido, seguro que tampoco estarían de acuerdo.

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