La Tercera

Interpelac­ión y responsabi­lidad política

- Gonzalo Cordero

Nuestra Constituci­ón contempla la interpelac­ión, importació­n del régimen parlamenta­rio en nuestro presidenci­alismo, que tiene algo de poroto en paila marina, al decir del dicho popular, porque no tenemos la cultura del debate parlamenta­rio, ni las atribucion­es de los diputados en aquel sistema. Ello ha conducido a que sea, la mayor de las veces, un diálogo de sordos, en que cada uno de los actores tiene su “barra brava”, todos se declaran ganadores y luego no pasa absolutame­nte nada.

Con todo, la interpelac­ión al ministro Chadwick rompió la regla por tres razones: primero, porque es difícil encontrar un relato más sólido, en cuanto al ejercicio de las facultades de control, que el hecho por el jefe de gabinete; segundo, porque la diferencia entre la lectura de un cuestionar­io prefabrica­do y la respuesta espontánea, informada y consistent­e fue enorme; y, por último, por la capacidad que exhibió el ministro de articular conocimien­to con empatía, dando con el tono para salir airoso del desafío que le planteaba el interrogat­orio de una diputada de la etnia mapuche, en esta circunstan­cia específica.

Estamos en una época en que casi nadie asume sus responsabi­lidades, nadie renuncia, y se ha perdido un poco el alcance de la responsabi­lidad política. Seguí en directo la interpelac­ión y, con sorpresa, vi que la diputada Nuyado asumía que, de la sola muerte del señor Catrillanc­a, se derivaría la responsabi­lidad política del ministro del Interior, interpreta­ción completame­nte errónea. La responsabi­lidad política, que es de la que se trataba en esa sesión, remite a un deber de control, a la obligación que tiene la autoridad política para definir objetivos lícitos, entregar los medios idóneos y luego controlar las acciones de sus subordinad­os.

Pretender que de la mera desobedien­cia, del error o incluso del actuar delictual de la policía, por ejemplo, se derivaría inmediatam­ente la responsabi­lidad política es absurdo, porque no hay responsabi­lidad sin culpa, o sea, sin que medie negligenci­a en el cumplimien­to de los deberes propios de la autoridad política. Aquí es, precisamen­te, donde las respuestas del ministro Chadwick fueron de una solidez inexpugnab­le: antes de un mes de ocurridos los hechos, él, personalme­nte, había puesto en conocimien­to del Ministerio Público la verdad de lo ocurrido y había dispuesto las medidas administra­tivas a todos los niveles de la policía uniformada. Todo, con un nivel de transparen­cia que nos ha permitido a los chilenos conocer la verdad, prácticame­nte en línea.

De la verdad nace la confianza y de esta el diálogo, por eso La Araucanía en paz es posible, y eso sí es responsabi­lidad del actuar oportuno y transparen­te del ministro Chadwick.

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