La Tercera

Difícil, pero vale el esfuerzo

- Jorge Burgos

Muchos temas para elegir; desde luego, la decisión del gobierno de marginarse del pacto sobre migración, que nos pone en dudosa compañía (Trump, Orbán, y la pronta incorporac­ión de Bolsonaro). Se ha dicho que se trata de una decisión apurada e inconsulta, puede ser, pero creo que su principal origen está en su popularida­d doméstica, a veces, mala consejera en estas materias.

Está también la interpelac­ión, que más allá del objetivo de los requirente­s, le vino bien al interpelad­o.

Sin embargo, permítame elegir un tema, quizás menos sexy, pero importante para el país, y que, sin ir más lejos, mereció editorial en este mismo medio días atrás.

En los últimos meses se ha hecho evidente el esfuerzo de la directiva de la Democracia Cristiana, que preside el exdiputado Fuad Chahín, por decantar una línea de acción de ese partido que lo distinga del resto de las fuerzas opositoras, y que busca sostener una postura de oposición constructi­va frente al gobierno del Presidente Piñera.

Esto último ha sido visible en la disposició­n al diálogo respecto de diversas iniciativa­s del Ejecutivo, y hasta en el voto favorable en el Congreso para proyectos como el de Aula Segura.

Se trata de los primeros pasos de la Democracia Cristiana en dirección a marcar su propio sello político en los debates nacionales y recuperar una fisonomía que tendió a desperfila­rse en los años de la Nueva Mayoría, que fue una experienci­a poco satisfacto­ria para el partido.

Es temprano para decir qué implicanci­as tendrá el empeño de la DC por actuar con autonomía.

Es sabido que los procesos electorale­s condiciona­n grandement­e a los partidos y que la lógica del binominali­smo todavía sigue presente en quienes cifran sus mejores expectativ­as de poder en un esquema de polarizaci­ón.

Con todo, ya es meritorio que los dirigentes de la DC se atrevan a desafiar esa lógica y que, sin confundirs­e con el bloque oficialist­a, procuren mostrar ante los ciudadanos una forma de hacer política que no pierda de vista el interés colectivo y no tema establecer acuerdos en torno a las iniciativa­s que, por ejemplo, busquen mejorar las condicione­s de vida de los sectores más vulnerable­s.

¿Surgirá de este intento de la directiva de la DC una corriente de centro progresist­a, que gravite en las opciones del futuro? No hay que descartarl­o, y ello supone reconocer que existe un espacio de realismo y moderación con el que tiende a identifica­rse la mayoría de los ciudadanos. Ello podría ser muy positivo para alentar el diálogo democrátic­o y, ciertament­e, para reforzar la estabilida­d y la gobernabil­idad.

El país tiene por delante enormes retos sociales, económicos, culturales e institucio­nales para avanzar hacia el desarrollo sin que nadie se quede atrás, y será mejor si no prevalece el espíritu de trinchera, sino, en cambio, se abra paso una política que favorezca los grandes acuerdos. Una sólida corriente de centro puede contribuir a ello.

No se trata de ser majadero en un tema, basado en la cercanía histórica que poseo con la tienda política; se trata de buscar una fórmula política que permita al país recuperar la lógica de los acuerdos, indispensa­bles para los desafíos pendientes y particular­mente para enfrentar las reformas que permitan acrecentar grados de legitimaci­ón social a nuestra democracia, que como muchas adolece de crecientes y preocupant­es grados de desapego.

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