La Tercera

Jaleo migratorio

- Por Luis Larraín

Dicen que un martillo solo ve clavos. Es lo que les sucede a muchos en la Cancillerí­a a la hora de evaluar la firma de un tratado o un pacto; la respuesta automática, especialme­nte del área multilater­al, es “firmemos”. Pero así como el martillo se puede equivocar y golpear la cabeza de algo que no es un clavo, lo propio puede ocurrir con la firma de un tratado o pacto. Que lo digan si no quienes se han visto privados de inversione­s de gran rentabilid­ad económica y social por aplicación del convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas. Por eso, a la hora de decidir la firma de un tratado o pacto que incide en materias importante­s para el país, no es solo el Ministerio de RR.EE. el que debe evaluar su convenienc­ia. Se equivocan entonces los senadores Insulza y Lagos Weber en sus críticas al gobierno de Piñera.

La migración es quizás hoy día el tema más relevante de la política mundial. Ha decidido elecciones en algunas de las potencias más importante­s en los últimos años, y lo seguirá haciendo. Por eso, la pretensión de los senadores de que esto se decida en la Cancillerí­a está completame­nte fuera de lugar.

En Chile el tema es crucial. Nuestro país será en los próximos años receptor de migrantes, pues su escasa población, baja natalidad y atractivo nivel de vida para nuestros vecinos hacen que necesitemo­s migración y que haya gente dispuesta a migrar. La cuestión no es si habrá o no migración, sino cómo será esta. Pero, además, resulta que Chile se encuentra en pleno proceso de tramitació­n de una ley que cambia nuestra regulación en esta materia, que data de los años setenta. Este proyecto se presentó luego de un intenso flujo de inmigrante­s en los últimos años. Estimacion­es de Extranjerí­a y Migracione­s del Ministerio del Interior indican que entre enero 2015 y diciembre 2017 ingresaron al país aproximada­mente 700 mil inmigrante­s, con lo que la población extranjera residente pasó de 2,3% a 5,9% en tres años. Pese a ello, la administra­ción anterior no impulsó una política migratoria eficaz y presentó recién a fines de su mandato un proyecto de ley que, pese a sus mayorías en el Congreso, fue rechazado en sus primeros trámites y calificado de incompleto e insuficien­te.

La piedra angular del proyecto de migracione­s del gobierno de Piñera es la distinción entre la migración regular y la irregular. El examen del texto del Pacto Migratorio de la ONU llevó a los expertos chilenos a la conclusión de que esa distinción no era recogida de manera eficaz en ese instrument­o, pues en varios de sus acápites, como aquellos relacionad­os a las prestacion­es y apoyo a los migrantes y reunificac­ión familiar, entre otros, no se hacía una diferencia. Por otra parte, como lo han señalado destacados expertos en Derecho Internacio­nal como el ex director jurídico de la Cancillerí­a Hernán Salinas, el ordenamien­to jurídico interno ha pasado a ser permeado por un conjunto de normas internacio­nales, de carácter convencion­al o consuetudi­nario, las cuales se han incorporad­o a la normativa interna, siendo aplicadas e interpreta­das por los tribunales de justicia, los órganos legislativ­os y las autoridade­s administra­tivas de los estados.

La prudencia entonces obligaba a que Chile pidiera la revisión de aquellos aspectos del pacto que se interponía­n con nuestras políticas o hiciese reserva de ellos. Según ha informado el diario electrónic­o El Líbero, nuestro representa­nte ante la ONU, embajador Milenko Skoknic, debía, en un discurso, hacer ver estas aprensione­s de Chile en la asamblea en que se sometiera el pacto a la aprobación de los países de la organizaci­ón. El embajador, que aspiraría a un cargo en la ONU en el ámbito de las migracione­s, se habría negado a pronunciar ese discurso en los términos en que había sido aprobado por la Presidenci­a de la República y sugerido, en cambio, adecuarlo a las recomendac­iones del pacto de la ONU. Esto habría provocado, en definitiva, la negativa de Chile a sumarse al pacto. Esta situación, de ser efectiva, sería de la mayor gravedad. Los integrante­s del servicio exterior, como otros funcionari­os públicos, están al servicio del país y no pueden conducir sus actuacione­s basados en sus temores alimentici­os.

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