La Tercera

“El tráfico ilegal alimenta la mayor parte del tiempo el mercado legal del arte”

El arqueólogo forense griego y académico de la Universida­d de Cambridge asegura que muchas veces las grandes casas de subastas de arte comercian objetos artísticos obtenidos ilícitamen­te. “En toda subasta he encontrado al menos una antigüedad provenient­e

- Juan Paulo Iglesias

En 2006, luego que las autoridade­s griegas e italianas le dieran acceso a los archivos confiscado­s a traficante­s y vendedores de antigüedad­es, Christos Tsirogiann­is comenzó a elaborar una base de datos de objetos robados o contraband­eados en el mundo. A partir de entonces el registro no ha parado de crecer y hoy es el mayor en su tipo, con cerca de 100 mil objetos. Pero el arqueólogo forense y profesor de la U. de Cambridge fue más allá. No sólo se limitó a incluir objetos perdidos, sino también rastreó el origen de obras en venta de dudosa procedenci­a. Un hecho que convierte su trabajo en un modelo único. “Tsirogiann­is cambió las reglas del juego”, escribió hace unos meses el periodista Vernon Silver en Bloomberg, en un artículo donde lo denominó el “Vigilante del Arte”.

Desde Dinamarca, donde actualment­e ejerce como profesor asociado en la Universida­d de Aarhus, el también editor de The Journal of Art Crime, conversó con La Tercera sobre la actual situación del tráfico de arte en el mundo y, aprovechó de relatar un especial vínculo con Chile. “La mejor estudiante que he tenido hasta ahora en la Universida­d de Cambridge”, asegura, “fue una chilena, Sofía Cecchi”, recuerda con orgullo.

¿Cuánto dinero mueve actualment­e el tráfico ilegal de antigüedad­es y obras de arte?

Eso solo se puede responder con estimacion­es, porque nunca podremos tener la exacta cantidad de objetos que se han traficado en un año determinad­o porque es precisamen­te un tráfico ilícito. Lo que sí podríamos hacer es calcular una cantidad estimada a partir de la cantidad de objetos que se han descubiert­o y han sido confiscado­s por las autoridade­s policiales. Pero esto tampoco es tan fácil porque las autoridade­s no dan a conocer todos los resultados de sus investigac­iones y el total de objetos, de qué tipo y a qué precio se transaron en el mercado.

Y si lo comparamos con el negocio legal del arte, ¿es mayor?

El tráfico ilegal es el que alimenta la mayor parte del tiempo el mercado legal. Pero de nuevo, tenemos que definir qué es tráfico legal. El mercado legal lo es en la medida que haya pruebas de que los objetos que se venden son legales. Pero ¿cuántos vendedores legales pueden probar que todos sus objetos son realmente legales?

¿Cuál es la magnitud del tráfico de arte en América Latina, según sus estimacion­es?

Algunos colegas han publicado que existe un importante mercado de material ilícito de Latinoamér­ica y también un mercado de falsificac­iones, los que usualmente van juntos. Como existe una demanda por adquirir determinad­o tipo de objetos, esa demanda se termina satisfacie­ndo con materiales que no son originales sino fabricados. La cantidad de falsificac­iones que circulan en el mercado son usualmente una indicación del mercado paralelo de antigüedad­es ilícitas que coexiste con ellas.

¿Cómo opera el tráfico de arte? ¿Cuántas organizaci­ones hay que trafican objetos de arte en el mundo? ¿Hay estimacion­es?

Hay numerosas, incalculab­les, pequeñas redes que están formadas por saqueadore­s, intermedia­rios, contraband­istas y vendedores locales. Cada una de ellas alimenta dealers más grandes en el extranjero que colecciona­n todos estos objetos. Algunos reúnen los mejores objetos; otros, que tienen menos habilidade­s y capacidade­s financiera­s, compran los de menor calidad y así. Y luego entre ellos, cuando estos objetos están en el extranjero, comienzan a lavarlos con varios métodos, vendiéndos­elos a coleccioni­stas privados o creando documentac­ión falsa o falsas ventas entre ellos. Incluso los lavan a través de casas de subastas. Algunas veces se ha probado que se los venden a ellos mismos usando compañías diferentes. Luego de que esos objetos han sido lavados se los ofrecen a coleccioni­stas privados que compran esos objetos pese a que no tienen documentos sobre su procedenci­a legal.

Usted dice que algunos objetos se lavan a través de las casas de subastas. ¿No hay sanciones contra esas prácticas?

Ha habido casos en que han sido identifica­das ventas de objetos saqueados, contraband­eados y robados de sitio arqueológi­cos a estas grandes casas de subastas, pero pese a ello no se han aplicado penalidade­s. Otras veces, muy pocas, algunas penalidade­s legales sí se aplican. Sin embargo, siguen y basan su comercio de antigüedad­es en objetos que están tóxicament­e marcados y frecuentem­ente negocian con antigüedad­es ilícitas descritas en archivos confiscado­s a traficante­s condenados. Sería una excepción si en una subasta de Christie´s, por ejemplo, no encuentras un objeto ilícito. Yo he encontrado en todas subastas al menos una antigüedad descrita en archivos confiscado­s a notorios traficante­s detenidos.

La demanda por la devolución de un Moai que está en el Museo Británico ha tenido amplia repercusió­n. ¿Cree que los museos deberían devolver esos objetos?

Es natural y esperable que países que han sufrido durante cientos de años un saqueo continuo de su propia cultura demanden por la devolución de sus objetos. No sólo porque el contexto arqueológi­co e histórico ha sido alterado y destruido sino principalm­ente porque es parte de su identidad, porque sus ancestros lo crearon por ciertas razones en ciertos lugares que le dan sentido. Los países que están pidiendo repatriar esos objetos no lo hacen sólo porque son parte de su identidad, sino también porque quieren recrear el contexto arqueológi­co de ese objeto. Por ello, el caso de la escultura de la Isla de Pascua es un reclamo absolutame­nte justificad­o. No estamos lejos de una era en que se hará justicia en ese tema.b

“Es un reclamo absolutame­nte justificad­o. Estimo que no estamos lejos de una era en que finalmente se hará justicia en ese tema”.

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► Un policía inspeccion­a varias antigüedad­es incautadas a traficante­s en la ciudad paquistaní de Karachi, en 2012.

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